Recuerdo que cuando era niño los aparatos tenían mecanismos. Una misteriosa simbiosis entre engranajes, palancas, resortes y conectores que obraban el milagro del funcionamiento de cualquier ingenio ya fuese un automóvil, una batidora o una lavadora. Para cualquier niño, sobre todo para los que éramos adictos a jugar e «inventar» con nuestro atesorado Mecano, cuando se nos presentaba la oportunidad y disfrutábamos la experiencia de que un adulto experto nos explicase «a tripas vistas» el funcionamiento de cualquiera de aquellos aparatos, tan amigables y accesibles, nos acercaba cada vez más a entender el misterio e incluso, en muchas ocasiones, alcanzábamos a ser capaces de encontrar relación con el funcionamiento de otros aparatos ya aprendidos. Veíamos que la correa de transmisión del tambor de la lavadora se parecía bastante y actuaba igual que la del ventilador del radiador del coche que nos explicaron en otra ocasión. A ojos de niño, únicamente la radio y la televisión parecían cosa de magia. No era posible entender cómo llegaban hasta allí aquellas canciones o esas imágenes. Por lo demás, nada de chips, pantallas táctiles, obsolescencia programada, software precargado ni sistemas inalámbricos. La mecánica era hasta un tema de conversación frecuente entre adultos, mayoritariamente hombres por los roles de la época, en la que se intercambiaban conocimientos, se proponían mejoras, se daban soluciones y se presumía de la longevidad alcanzada por sus aparatos. La gente común tenía un mayor o menor grado de conocimiento sobre el funcionamiento de las cosas y le interesaba porque, en aquellos tiempos, era extraño que algo no tuviese arreglo. No me cabe duda que el hecho de haber crecido, formado y desarrollado en ese entorno mecánico y no digital, debe haber ejercido una notable influencia en el pensamiento de mi generación con respecto al sentido causal de los acontecimientos y la propia vida. Hoy la mayoría de los aparatos son inaccesibles e inexplicables. Su cada vez más compleja tecnología los van distanciando más y más del usuario. Pocos se interesan ya por la mecánica de los aparatos porque es raro aquello que se puede reparar. Los aparatos, si fallan en su funcionamiento, se sustituyen por completo o en parte y listo. Los servicios técnicos oficiales, mera ilusión de los antiguos talleres, son autorizados gestores de los llamados kit de reemplazo a cargo unos operarios que manual en mano y sin profundos conocimientos llevan a cabo la sustitución requerida o, si la cosa se complica, certifican el temprano fin de la vida útil del aparato obligándonos a adquirir el siguiente. Ya nada parece cosa de magia porque todo lo es. Me pregunto cómo estará afectando a las nuevas generaciones este no saber cómo y por qué funcionan las cosas más cotidianas que les rodean. Esta dependencia de lo inexplicable. Hacer uso de funcionalidades sin una causalidad que las explique. Un entorno de aparatos que cuando en alguna ocasión traicionan nuestra crédula expectativa sólo nos queda el recurso de golpearlos ante la impotencia que provoca el desconocimiento. El problema que me parece visualizar de todo esto es que cuando algo no se puede explicar no se aprecia y se frivoliza. Así es como vemos a adolescentes deseando con anhelo móviles de última generación y alta tecnología para el vacuo fin de intercambiar memes rebuscados o tener una presencia constante y baladí en redes sociales. Pero incluso creo que va más allá. El actual éxito político de los populismos, ¿no habrá encontrado su hueco en una sociedad acostumbrada a que le den resultados y bonanzas sin evaluar los medios y el coste para obtenerlos? Corrupción, insolidaridad, cultura del pelotazo y toda esa corriente de desearlo todo a la voz de ya y porque si, ¿no tendrá su origen en una frivolización del honor, la amistad, los principios o los ideales al no considerarlos causa concreta de nada? La dificultad que se observa en todos los órdenes para la resolución de conflictos, ¿no estará influida por la nueva tónica de tomar la sustitución como primera opción ante la falta de esperanza en que algo se pueda arreglar? Espero que no.

* Antropólogo