Por lamentable que pueda ser, el hecho es que la palabra corrupción ha quedado asociada en estos últimos años a la palabra política. En los medios de comunicación los comentarios sobre la corrupción ocupan tanto o más espacio que los comentarios sobre el paro, la política monetaria o las medidas internacionales para corregir el desequilibrio entre los países desarrollados y el Tercer Mundo.

Este escenario es un fenómeno sociológico. La gente ha dejado de tener confianza en los círculos del poder. Nos envuelve un sentir generalizado de que los que usan el poder lo hacen en beneficio propio, no en beneficio de la comunidad. Probablemente este sentir generaliza más de la cuenta, y proyecta sobre gestores honrados de los asuntos públicos la misma sospecha de malversación y prevaricación de otros colegas enturbiadores del ambiente.

Intentemos autoclarificarnos un poco. Uno de los colectivos que han colaborado a crear en la sociedad este sentir generalizado han sido los propios políticos. Parece bastante lógico que si quieres saber algo de medicina, escuches a los médicos; si quieres saber algo de religión, escuches a los curas; si quieres saber algo sobre la Universidad, escuches a los profesores y a los estudiantes. Luego, por pura lógica, si quieres saber algo de política, escuches a los políticos. Pues bien, de unos años a esta parte, lo que nos cuentan los políticos sobre la política no puede ser más descorazonador.

Cuando escuchas a alguien del PP, no oyes más que barbaridades sobre la manera de gobernar del PSOE o de los proyectos de IU. Cuando escuchas a alguien de IU, resulta que la gente, tanto del PP como del PSOE, no tienen por donde cogerla. Y si escuchas a alguien del PSOE, los otros dos, son poco menos que indeseables. El resultado es que el paciente ciudadano, que no está metido en el juego, que lee el periódico por la mañana antes de ir a trabajar, y que ve la televisión en la sobremesa, recibe cada día una lección sobre lo impresentables que son todos los partidos políticos, excepto el de aquel que en ese momento está hablando.

Porque además en todos estos discursos vituperantes para los demás, y laudatorios para sí mismos, no está presente un razonamiento y análisis de los hechos. Son discursos, en los que se hacen afirmaciones rotundas, con adjetivos sonoros y llamativos, en una dimensión totalmente generalizante.

La segunda reflexión que me parece que hay que hacer es que no seamos ingenuos y nos escandalicemos más de la cuenta. Vamos a ver si me explico. Yo creo, y pienso que mucha gente piensa también, que la prostitución está mal. Está mal que los varones vayan por ahí comprando servicios íntimos a mujeres necesitadas, y está mal que las mujeres necesitadas tengan que recurrir a este tipo de actividad mercantil para sobrevivir. Pero no estando de acuerdo con la existencia de esta práctica, resulta ingenuo escandalizarse y poner el grito en el cielo por la existencia de prostíbulos. Resulta ingenuo escandalizarse a estas alturas, porque los prostíbulos y los clubes, ni se los ha inventado esta generación, ni desaparecerán en la generación siguiente.

Así mismo, la corrupción en la política ni se la han inventado los actuales gobernantes, ni va a desaparecer porque cambiemos de caras en las altas esferas del Estado. Corrupción existe, que yo recuerde, desde el Conde-Duque de Olivares para acá. En cambio, en lo que sí hemos ganado desde la instalación de la democracia y de libertad de expresión es en que este cáncer social no queda oculto y protegido por el silencio. El hecho de que la gente asocie la corrupción al ejercicio del poder político no es porque ahora se hayan cometido más actos de corrupción que antes, sino porque ahora se dice y antes se silenciaba.

Por otra parte, tampoco tenemos por qué seguir atormentándonos con un complejo de inferioridad nacional. Corrupción como la española la hay en casi todas partes. Por no citar más que algunos ejemplos, la ha habido en Japón, en Italia, en Bélgica, en Francia, en USA. La corrupción no es lo característico y diferenciador de la Administración española. Lo lamentable es que no podamos decir que la limpieza sea nuestra característica.

Llegados a este punto, tengo que decir que los espectadores del escenario político no creemos que desde la política se vaya a acabar con la corrupción. Creo que es un asunto que debería salir del ámbito de la política, y ser abordado con decisión y eficacia por la Justicia. Los políticos deberían hablar más de política, enseñar más política y dejar que sea la justicia la que asuma la persecución de los delitos de los poderosos.

* Profesor jesuita