Desde que Juan Miguel de Medina vende al mundo capiteles de Medina Azahara o mozárabes, en la ciudad califal se celebra un congreso para conseguir para este espacio el título de Patrimonio de la Humanidad, la presidenta del Icomos español aconseja que no sería bueno que siguieran proliferando por esa zona las parcelaciones y que el organismo al que representa se opondrá a la apertura de una segunda puerta (para las procesiones) en la Mezquita, Córdoba ha vuelto a la esencia de su historia, más o menos a actuar como si por estar en el 2016 fuésemos una ciudad europea de la cultura. Y mucho más si entre los asistentes al congreso hay representantes de Jordania, Irak, Argelia, Líbano, Palestina como Salma Farouqui, la mujer de Roger Garaudy (protestante, comunista, católico y convertido al Islam cuando la conoció), y de la alta dirección de la Iglesia Católica en Córdoba, como el portavoz del Cabildo catedralicio, José Juan Jiménez Güeto. Hasta el consejo de la presidenta del Icomos de España sobre las parcelaciones se aviene al concepto histórico de la ciudad sobre segunda vivienda. Unos pocos, ya al cabo de los tiempos, cuando a Córdoba le dio por vender su herencia o descuidarla, como le ha ocurrido a Juan Manuel de Medina, se encaminaron para la Sierra donde se construyeron sus chalets del Brillante, una zona exquisita, una especie de sueño separado del resto del vecindario al que solo tenían acceso los más ricos. El resto, con menos opciones pero con más paisanaje por estar acostumbrados a vivir en la bulla de calles y plazas, miraron para el oeste como los sultanes, que entendían de belleza, lo hicieron en su día. Y los alrededores de Córdoba la Vieja, luego Medina Azahara, volvieron a ser habitados como cuando en esa parte, cercana a San Jerónimo, el blanco de los almendros era la nieve del amor entre el califa y su amada. Es lógico que desde el Icomos se aconseje que la ciudad no construya por Medina Azahara más parcelaciones porque se puede destruir, con tanto ladrillo, el futuro de su belleza, que puede ser Patrimonio de la Humanidad. Aunque en el fondo haya que reconocerles buen gusto.