Mateo Flecha el Viejo fue un músico renacentista creador de las «ensaladas». La ensalada era una forma musical en la que se combinaban estilos diferentes y toda suerte de recursos rítmicos, adornos, y timbres. Su principal destino era el solaz de los cortesanos, a los que Mateo Flecha dedicaba los empeños artísticos que le procuraban sustento. Una suerte de ensalada es la que estamos oyendo estos días sobre la gestión del turismo en nuestra ciudad.

Semanas ha, nuestro primer teniente de alcalde decía, con una fresca sinceridad que le honra, que Córdoba carecía de modelo para la gestión del turismo, que es casi lo mismo que decir que carece de modelo económico y de ciudad. Ha de pensarse que desde ese momento se está trabajando en la conformación de uno porque, entre otros, tal es el cometido del Sr. Concejal por el mandato que tiene recibido. Y habrá que suponer que en ello se empeña de forma participativa, oyendo a cuantos más mejor. Casa mal con esto, sin embargo, reconocer como interlocutor de los empresarios solo a CECO o que no se conozca interés en hacer partícipes en el proceso a los profesionales del disuelto Consorcio que siguen esperando que alguien les pregunte sobre la cuestión del modelo.

Al poco, en este mismo Diario, se publicaba un artículo en el que el cluster (fea palabra, la verdad) Fides aconsejaba que no se creara un instituto municipal de turismo porque a lo único que nos abocaría sería a un incremento de la burocracia, y que, caso de que definitivamente viera la luz, en sus órganos de gobierno se contara con la participación de las «organizaciones representativas» del sector, deseosas, al parecer, de más «rendimientos». No se entiende bien tampoco por qué la creación de un instituto municipal tiene que generar más burocracia que la necesaria para la vigencia efectiva de los intereses públicos y para canalizar la participación ciudadana en la gestión de la política turística. ¿No será más bien que lo que se postula es un modelo de rendimientos máximos a costa de cualquier recurso sin intervención administrativa que lo prevenga?

Todo esto acontece en un clima de euforia por los constantes incrementos de las cifras del turismo. Yo nunca he sabido muy bien realmente qué miden los números, pero lo cierto es que se hacen de tal forma que a cada récord le sucede otro que llena la prensa y hace henchirse ufanos a muchos, que descubren cómo el mercado turístico crece como por arte de magia, sin que parezca oportuno aguar la fiesta alertando de las inciertas consecuencias de tan imparable crecimiento.

En tal festín nuestra ciudad languidece víctima propiciatoria del consumo turístico y del ruido que lo acompaña, que suena como una ensalada, pero sin la gracia de aquellas. Sin modelo, con el ente encargado hasta ahora de la gestión turística disuelto antes de que se haya previsto cómo gestionar esa competencia, y con un sector que experimenta un crecimiento desbocado, quién se atreve a preguntar por la calidad de ese crecimiento, por cuánto estamos consumiendo realmente en su consecución, por cómo se distribuyen esos costes (muchos enmascarados) y cómo se reparten esos beneficios, o por el efecto llamada sobre un capital humano, ya maltratado por el éxito fugaz de la construcción, que no dispone de ofertas de empleo alternativas...

El turismo es un sector económico lleno de posibilidades, pero que solo puede ser sostenible en una economía equilibrada. Solo así es posible la integración del fenómeno turístico en el devenir normalizado de regiones y ciudades, sin pérdidas de identidad, sin desnaturalización de espacios públicos o consumo irreversible del medio ambiente, sin que, en definitiva, nos secuestren nuestro entorno. Siendo difícil promover el crecimiento a corto plazo de otras actividades económicas que precisan importantes inversiones y que han de competir con mercados consolidados en los que el esfuerzo en investigación y desarrollo no se suple con improvisación, podríamos plantearnos ordenar las que son más proclives al éxito fácil, sobre todo cuando son fruto de un crecimiento coyuntural, cuando no del aparente aumento de productividad de sus factores que enmascaran el consumo de ellos mismos. Léase una mano de obra mal pagada, o paisajes urbanos que se sobreexplotan hasta la extenuación... Léanse, por ser más concretos, estos patios de diciembre que, sumado a lo que hemos hecho con los de mayo, terminarán por hacernos perder la noción de lo que son. Y es que el mercado hace reales la imitación y el simulacro, más manejables y mesurables que la realidad misma.

Mateo Flecha el Viejo, cansado de tanta ensalada y de tanto cortesano terminó sus días en el Monasterio de Poblet, dedicado al orden y la contención de la monodia gregoriana; ojalá que al instituto municipal que parece estar naciendo se le procure la misma paz.

* Profesor de Política Turística de la UCO

Miembro del Aula Ucoturem