Córdoba se dispone a vivir, en palabras del obispo de la Diócesis, Demetrio Fernández, «una Semana Santa especial, algo que ha soñado durante muchos años y que este año se convierte en realidad. La Mezquita-Catedral de Córdoba, que ya es epicentro de la vida de la ciudad, se convierte a partir de este año en epicentro de la Semana Santa de Córdoba y culmen de la carrera oficial». El prelado subraya, asimismo, lo que celebramos los cristianos durante la Semana Santa, que hoy alza su telón con la bendición de las palmas y la procesión de Nuestro Padre Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén: «Celebramos los misterios centrales de nuestra. Celebramos a Jesucristo en la realidad histórica de su pasión, muerte y resurrección, transidas de amor infinito a Dios Padre y a los hombres por los que se entrega libremente. Un amor sin medida, un amor que estimula y da esperanza, un amor que ha sido motor transformador de la historia de la humanidad, un amor que ha inspirado las mayores generosidades en tantísimos hombres y mujeres que han correspondido de la misma manera». Tenemos así, en la palabras del obispo, el argumento central de la Semana Santa. Desde hoy, Domingo de Ramos, hasta el Domingo de Resurrección, se hace presente en nuestras calles, la llamada «religiosidad popular», también denominada «piedad», «espiritualidad» o incluso «mística popular». Hace ya varias décadas que las procesiones y manifestaciones de piedad popular se recuperaron y actualizaron a la luz de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, avanzado hacia una mayor integración eclesial. Alguien ha dicho acertadamente que observar la religiosidad popular es descubrir el paso de Dios por el fondo del hombre, anterior a toda organización, a toda sistematización, a toda Iglesia. Hay un misterioso diálogo del hombre con Dios que no controlamos y, por eso, la religiosidad popular puede impulsar un cristianismo popular. La Semana Santa de Córdoba procesiona por las calles, en sus estaciones de penitencia, lo que la liturgia de la Iglesia celebra en los templos. Y la catedral de Córdoba, la Iglesia Madre de toda la diócesis, el punto de referencia necesario para una comunidad católica que viene reuniéndose en ella desde hace muchos siglos, abre sus puertas de par en par para acoger los cortejos procesionales con sus bellísimas imágenes: Jesús y su Madre bendita entrarán y saldrán por las naves y los arcos de este templo singular, y los cordobeses, con todos los que nos visiten, podrán disfrutar de ese encuentro feliz: «Lo más sagrado de la piedad popular cordobesa en el lugar más sagrado de Córdoba, en los días más santos del año», como dice también Demetrio Fernández. Nuestras hermandades han de grabar en su espíritu cofrade las hermosas palabras del papa Francisco: «En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que podemos despreciar: sería despreciar la obra del Espíritu Santo».

*Sacerdote y periodista