Dos componentes potencian entre sí el triunfo de las pasiones humanas en una competición: uno es la satisfacción del triunfo conseguido y otro, a veces mucho más intenso, el ver humillado al adversario. "Yo no sé cómo disfruto más --dice el forofo-- si cuando gana mi equipo, el Real Madrid, o cuando pierde el Barça frente al Alcoyano". A los musulmanes, asentados por las armas en Córdoba, no les bastó con invadir la ciudad, sino que husmearon los rastros de su civilización para arrasarla y, así, en el 785, teniendo espacio para construir su mezquita, fueron a edificarla sobre la basílica visigótica de San Vicente Mártir, el templo cristiano más importante de la ciudad. O sea, que no les bastó con someter a los cristianos sino que tuvieron el sadismo de pisotear sus lugares sagrados hasta aniquilarlos.

En la reconquista se invierten las tornas y Fernando III hizo --lo propio-- su entrada solemne en la ciudad. El Obispo de Osma y el maestro Lope Fitero, futuro obispo de Córdoba, purificaron la Mezquita musulmana para el servicio al culto cristiano, bajo la advocación de la Asunción de la Virgen María. En la Mezquita, convertida en Catedral, pasó a celebrarse solemne pontifical y se entonó el Te Deum ¿Cabría mayor ofensa al Islam?

El Rey cristiano se apropia --como botín de guerra-- de la mezquita y le extrae su esencia: fuera las oraciones en honor de Alá, y solo por los siglos se permite el culto al único Dios verdadero, el suyo, el de la cristiandad. Es por eso por lo que algunos sostienen que no es mezquita sino catedral, pues perdió el nombre por aquella transfiguración que el 30 de junio de 1236 le confirió el monarca castellano-leonés.

La palabra Mezquita (Masyid) significa lugar de culto, de enseñanza del Islam, para reunión entre sus creyentes. Es pues un concepto, no una descripción arquitectónica, hasta tal extremo que hubo mezquitas --sin arquitectura-- en espacios al aire libre, como lo fueron las de Quba y otras en el siglo VII.

Recientemente hemos visto a los talibanes derribar los enormes budas en Afganistán, en la guerra civil española un pelotón ajustició el Sagrado Corazón de piedra del cerro de los Angeles, la quema de conventos, los cruzados que iban a por la cabeza del infiel, los HH. Maristas que nos incitaban a destruir una capilla protestante --ofensa a nuestra fé-- en la calle Santa Paula de Granada. Guerras de religión, odios entre creyentes, sus símbolos y pertenencias: violencia y muerte en el nombre de Dios. En nuestra contienda cercana hizo más sangre el antagonismo religioso que el político; es hora de que los fieles, de nuestras tres religiones, inicien la paz y acaben la guerra: Córdoba es la única ciudad del planeta predestinada para esa apasionante empresa ¿Se perderá esta oportunidad?

¿Cómo fue posible que los castellanos, cuando Abul-l-Casan entregara las llaves de la ciudad, no demolieran el más emblemático monumento del Islam? Frente a sus caballeros cristianos que con su soldadesca pretendían degollar a todos los moros cordobeses, Fernando III pactó la rendición a cambio de dejarlos salir con vida y bienes. Es obvio que la mezquita, a la sazón, no se la podían llevar, no así ahora, y para evitar su vandálica destrucción, hábilmente Fernando III ordenó su purificación para el culto cristiano, protegiéndola. En ese momento, pues, la mezquita arábica es desnaturalizada, deja de ser mezquita y es convertida en catedral. Por tanto actualmente en Córdoba --estricto sesnsu-- no hay Mezquita, lugar de oración del Islam, hay una exmezquita con una catedral católica incrustada. Edificio que por esa artimaña perduró y como con el "Valle de los Caídos" que ofician y cuidan los Benedictinos, sin ser sus dueños, los que la ofician no deben tener más derecho de inmatriculación que el pueblo que la reconquistó.

Era asombroso el grado de abandono que tenía la Alhambra en mi juventud, íbamos a jugar sin ningún tipo de limitación y era típica la foto de fin de curso todos montados sobre la fuente de los leones, o explorando una torre inversa derruida que llamábamos de "los siete suelos" llena de escombros y murciélagos. Decían que antes de la guerra era refugio de gitanos y maleantes, ocupas que, al hacer hogueras para cocinar y combatir el invierno, ahumaban las paredes: "Alá es vencedor". Fernando el Santo, al llamar catedral a la mezquita, la preservó de ese saqueo y Alfonso X ordenó su cuido a carpinteros y albañiles. Cara a extramuros siempre fue conocida como la más imponente mezquita del Islam. Córdoba, con su catedral Renacentista, debe restituir su identidad a la Mezquita, al culto musulmán, como también llevar al Patio de los Naranjos en su 700 cumpleaños a la preciosa Sinagoga, "Torre del Mesías". Así no necesitará reclamar ninguna capitalidad ninguneada, la humanidad convergerá en que ella es el Santo Grial. El Papa Francisco así lo va pregonando.

* Catedrático emérito UCO