El día 7 de agosto de 1914 la Gaceta de Madrid publicaba un Decreto del Gobierno conservador que preside E. Dato en el que se señalaba el deber de mantener la más estricta neutralidad a los súbditos españoles con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del Derecho Público Internacional. De manera que, pocos días después del inicio del conflicto más importante de los conocidos hasta el momento y del que se cumple su primer centenario, la I Guerra Mundial, España que había entrado en el siglo XX como una potencia de segundo orden, iba a quedar al margen del enfrentamiento europeo y, todo ello, pese a las declaraciones públicas de influyentes personalidades de la vida política como A. Lerroux, Melquíades Alvarez, el conde de Romanones y otros que postulaban el abandono de la neutralidad y una implicación directa en la guerra.

Esta neutralidad oficial, sin embargo, no quiere decir que la I Guerra Mundial no tuviera un importante impacto en variados sectores de la sociedad española y, más concretamente, entre políticos e intelectuales que llevarían muy pronto a la creación de grupos de aliadófilos y germanófilos en la mayor parte de las ciudades. Una guerra de manifiestos en la que intervienen lo más representativo de la cultura e intelectualidad hispana (J. Benavente, Ortega y Gasset, M. Azaña, C. Arniches, Bosch Gimpera, L. Araquistáin, García Morente, M. de Unamuno, etc.), terminan manifestando su apoyo a las potencias de la Triple Alianza o de la Triple Entente. Además de ello y al amparo de la citada neutralidad, los sectores más dinámicos de la burguesía industrial, agraria y financiera iban a aprovechar esta coyuntura de 1914-1918 para consolidar el período de mayor expansión económica conocido hasta el momento en la evolución del capitalismo en nuestro país: la demanda en los mercados internacionales de productos agrarios, mineros e industriales españoles terminaría provocando una coyuntura expansionista que, igualmente, lograría efectos beneficiosos para la economía cordobesa.

Y es que también en nuestra ciudad y en la provincia, el impacto de la guerra había llegado a crear un clima de opinión que terminó afectando a sectores importantes de la clase política, alineándola en simpatías enfrentadas y que, como ocurriera en otras ciudades del país, culminaría en la creación de un comité de apoyo a las potencias aliadas, Francia e Inglaterra, en el que estarían presentes los más significados prohombres de la vida intelectual y política local, tales como E. Vaquero Cantillo, M. Amo, F. Salinas Diéguez, Luque Morata, entre otros. Cuando el conflicto europeo está más que avanzado, cuando han quedado atrás los enfrentamientos que jalonan los primeros años de la guerra, Marne, Verdún, Somme, Tanennberg, Yprés, Caporetto, etc., cuando es evidente que la I Guerra Mundial se ha convertido en una masacre sin precedentes sobrepasando con mucho las previsiones iniciales, también desde nuestra ciudad, más allá de los pingües beneficios que en la economía provincial se vienen realizando al albur de la neutralidad y del favor de los mercados, se oyen voces de denuncia del conflicto que abogan por el fin de las hostilidades y por la firma inmediata de la paz sin condiciones. En la plaza de Orive de nuestra ciudad, en la sede de la legación consular francesa, se invita a todas las personas para que manifiesten su rechazo al conflicto, su apoyo a las democracias y la firma inmediata de la paz. Pareciera como si el espíritu pacifista de Stefan Zweig, Romain Rolland, J.M. Keynes o del propio A. Einstein hubiera penetrado en el alma de buena parte de los republicanos cordobeses, principales valedores de aquellas propuestas.

La firma del armisticio en Compiégne el 11 de noviembre y la posterior paz de Versalles, ni mucho menos dieron respuesta a los múltiples problemas que aparecían en el nuevo mapa de Europa. Tampoco para nuestro país las consecuencias del conflicto europeo, que tantas expectativas habían levantado en este sentido, contribuyeron a sanear la corrompida vida política restauracionista; como señalaba por aquellos días el cordobés E. Vaquero, futuro alcalde de la ciudad en 1931, refiriéndose a sus efectos "pobres ilusos españoles que creyeron en redenciones desde los aliados que vendrían sobre el posible fin de la reacción caciquil".

* Catedrático de Historia Contemporánea