El técnico Juan Merino se ha convertido en la segunda víctima que devora la errática política deportiva que ha empujado al Córdoba CF hasta la cola de la Segunda División A. Han bastado tan solo 47 días desde que Merino relevase a Luis Carrión al frente de la plantilla para que quedase acreditado que tampoco disponía de la fórmula para taponar la sangría de puntos que hace que este Córdoba bata cada semana algún récord negativo. Tras siete jornadas, Merino se va sin celebrar un solo triunfo. A falta de que algún responsable de la entidad, ya sea el propio entrenador saliente, el propietario, el presidente o el director deportivo salga a dar alguna explicación de lo que sucede para que el descenso a Segunda B sea una amenaza real, son los resultados los que hablan por sí solos. El Córdoba es último, a seis puntos de la salvación. Ayer, un entrenador de la casa, Jorge Romero, se hizo cargo de la plantilla, en principio, como interino. No hubo acto de presentación, ni siquiera unas palabras de protocolo hacia una afición que, harta, cada vez se ausenta más de El Arcángel. De nuevo, nadie habló, incluso se suspendió la anunciada rueda de prensa de uno de los capitanes. Aunque la política permanente de incomunicación en la que se ha enrocado el Córdoba no hace sino alejar más al club de la sociedad, habrá que esperar que todo sea por la salvación y que, al menos, hable con resultados en el campo.