Hay una forma de visualizar aquello de que “el santo se está vistiendo” cuando, en realidad, se encuentra «más desnudo que nunca»; o lo que es igual: «Aunque la mona se vista de seda, mona se queda».

Ya es imposible maquillar las situaciones para que parezcan lo que no son. Ya es imposible disimular las debilidades a fuerza de agua oxigenada. Ya es imposible esconder los fracasos, llamándolos «expectativas» o camuflar las ineptitudes enajenando «las culpas» a quienes nunca las tienen. Ya es hora de que la seriedad presida el marco donde se debaten los diferentes criterios; y ya es hora, en fin, de que las mesas, foros, plataformas, observatorios, asambleas, etc., sirvan para algo positivo y reduzcan el atascamiento empresarial que sufre Córdoba desde hace más de tres décadas.

Decir, a estas alturas, que «los despidos caen al nivel más bajo desde 2006» (Diario CÓRDOBA, 17-04-2016, pag.8) es, sin dejar de ser cierto, lo más parecido a lo que se expresa con el fin de servir o agradar a no se sabe quién. Los despidos son siempre una consecuencia de la baja calidad del tejido empresarial, unida a falta de cualificación trabajadora, y, que se sepa, en el primer trimestre de 2016 se ha incrementado el desempleo en los tres meses consecutivos, aunque algo atenuado en el pasado abril por mor del incremento en el servicio hostelero en esta ciudad. Categoría y excelencia son dos sustantivos que, como carencias, provocan el 70% del paro en esta ciudad, junto a la «apacible» economía sumergida que «disfrutamos» ancestralmente como vía segura por el que se desliza el tren de los ingresos fraudulentos.

En el año 2010 las empresas activas en Córdoba llegaban a 47.465. Hoy, más de cinco años después, son 22.440 las que sostienen el tejido empresarial cordobés (52,72% menos), suponiendo el 9,27% del total Andalucía, representado por 245.854 empresas dadas de alta en el Régimen General de la Seguridad Social. La participación cordobesa a la creación de riqueza andaluza ha descendido, también, un 1% (en 2010 se contabilizaban en Andalucía 492.341 empresas).

Si tenemos en cuenta que de las 22.440 empresas, 11.974 no tienen asalariados; 9.458 emplean entre uno y nueve trabajadores y sólo 1.008 empresas tienen más de 10 empleados, no debe extrañar que nuestra calidad de tejido industrial es consecuente con la tasa de paro que «goza» nuestra Córdoba queridísima: en el podium del desempleo nacional, rozando el 30%.

Ante estos catastróficos datos, la solución es bien sencilla: se aplica lo del «mal de muchos, consuelo de tontos» y a esperar otro quinquenio a ver si el aire cambia de rumbo y refresca el rostro, que, parece ser, bien duro y acalorado lo tenemos.

He querido que en el título de este artículo aparezca el participio del verbo estancar como la mejor interpretación expresiva de la angustia que padece Córdoba, demasiado tiempo parada, detenida y suspendida en sus legítimas aspiraciones de futuro; negada por la continua descoordinación entre administraciones institucionales que han determinado la falta de planes y proyectos empresariales de contrastada importancia en los ámbitos locales y provinciales.

Aunque la creación de empleo no sea competencia absoluta del Ayuntamiento cordobés, sí es a él a quien corresponde crear el ambiente propicio que, junto a las administraciones autonómicas y nacionales, deben ofrecer a los inversores para que Córdoba sea atractiva a sus intereses empresariales; es decir, déjense de tanto «cambio sensato» y de tanto «recuperar Córdoba» y de tantos «disfrutes de momentos de esplendor» y demuéstrese el movimiento andando, gestionando, administrando y, sobre todo, organizando.

En una «epístola» que nos envió a toda la vecindad cordobesa doña María Isabel Ambrosio, pidiéndonos el voto en las últimas elecciones municipales, nos decía en un párrafo sobre su rostro amable y risueño: «Tengo experiencia y capacidad de gestión suficiente para proponer e impulsar soluciones realistas a los problemas de Córdoba». Ahora, ya alcaldesa, sólo le falta una cosa: ¡Demuéstrelo! sin tanto pedir que los cordobeses la perdonemos, pero sin la parafernalia del Plan Estratégico de 1993 que sirvió para bien poco... ¡A la vista está! H

* Gerente de empresa