Alguien muy cercano tendría que haber inspirado el coraje, la bondad y el sentido de ayuda al débil que le costó la vida a Ignacio Echeverría en los atentados de Londres. Y la carta de su padre, en la que agradece a los amigos su actuación aquella noche y pide para ellos reconocimiento, deja claro que el joven asesinado tenía a quien «salir» en su gran corazón. El padre, roto por el dolor, no se olvida de amparar a los amigos de su hijo, que han sido criticados y tienen «una sensación de culpa y rechazo muy injusta», dice, pese a que pasaron la noche angustiados buscándolo. Una generosidad excepcional.