El próximo día 20 de junio conmemoramos con fuerza, valor y perseverancia el Día Mundial del Refugiado, recordando que seguimos asistiendo a una crisis humanitaria sin precedentes, contemplando diariamente éxodos que recuerdan a grandes desplazamientos en la historia de la humanidad. Personas que se han visto obligadas a dejar sus hogares y sus tierras a consecuencia de persecuciones, conflictos, violaciones de derechos humanos, sequías y el hambre que azotan a continentes enteros como el continente africano.

Un ejemplo reciente es la forma en la que se ha gestionado la crisis del Aquarius, un barco de rescate de Médicos Sin Fronteras y SOS Mediterranée que se vio atrapado en una disputa política con 630 personas a bordo, rechazadas por Italia, cuyo nuevo Gobierno con tinte xenófobo negó su atraque y el de otros barcos de rescate bajo el argumento de que no puede asumir la carga migratoria.

Personas que atravesaron fronteras, muros y alambradas, víctimas de mafias, sometidas a todo tipo de abusos: violaciones de niñas, esclavitud de miles de ellas, etc. Personas que dejaron la vida en mares y océanos bajo la atenta mirada del llamado Primer Mundo. Procedían de países arrasados por guerras y conflictos causados por los mismos que hoy impiden socorrer a náufragos y convierten a organizaciones humanitarias en traficantes de mano de obra, apresando sus barcos y encarcelando a sus tripulantes.

Esa es la Europa de los derechos, una Europa que sigue promulgando leyes injustas y políticas xenófobas que convierten a estas personas en culpables de los males de su ciudadanía, la Europa de los muros y concertinas.

Una crisis que ha visibilizado la verdadera cara de los sistemas de recepción y asilo en Europa y la carencia de una política exterior sólida y clara, más volcada hacia intereses estratégicos y económicos que en proteger y socorrer a las víctimas de injusticias y desastres, optando por gestionar esta crisis en función de sus intereses, aumentando restricciones en el acceso a su territorio, o incluso dispuestos a pagar a países terceros para limpiar la miseria de sus territorios y fronteras.

España no se queda al margen, sigue abordando esta realidad con una visión estrictamente instrumental: retiene a los inmigrantes que le interesa (cualificados y no cualificados) y negocia con los países de origen o de tránsito acuerdos de contratación temporal (contingentes de campañas agrícolas) o retorna a personas refugiadas a sus verdugos incluso --devoluciones en caliente, siempre a cambio de una compensación--. Esta es la verdadera cara del mercado migratorio actual: los países de origen utilizan cada vez más la emigración de sus ciudadanos y ciudadanas como arma negociadora en el intercambio desigual que estructura sus relaciones con España y con el resto de países europeos, conquistando posiciones en los países ricos como fuente de divisas e influencia.

Europa admite la necesidad de la inmigración para sus intereses económicos a pesar del discurso paranoico, provocador de angustias y odios, el auge de la extrema derecha y el mensaje xenófobo que elaboran algunos gobernantes y políticos europeos contra la inmigración a cambio de un puñado de votos. Se impone la realidad de la necesidad de mano de obra para el mantenimiento del estado de Bienestar, por un lado, y para disponer de mano de obra barata que permita competir mejor y a bajo coste en los mercados internacionales. En toda Europa, una misma tendencia, más o menos acentuada según los países, pero idénticas desde el punto de vista estructural: la necesidad de trabajadores y trabajadoras inmigrantes sobre todo en agricultura como en el caso de España, en hostelería, construcción, servicios, o mano de obra cualificada, y discursos xenófobos y racistas cara a la ciudadanía para tapar las vergüenzas y fracasos.

Es imprescindible fijar un estatuto común y único tanto de solicitud como de reconocimiento del derecho de asilo en todos los países de la UE y avanzar en la consolidación del Sistema Común Europeo de Asilo, cuya propuesta de finales de 2015 no es totalmente satisfactoria. Sin embargo, debe generarse un único sistema de asilo común, obligatorio, ágil y eficaz para la UE como un primer y necesario paso.

Asimismo, se hace necesaria una política común de migración laboral que garantice canales estables, transparentes, ágiles y eficaces que permitan la llegada legal a la UE de aquellas personas que lo entiendan como un proyecto viable, y la necesidad de articular también un estatuto común de procedimientos de solicitud, tramitación y obtención de autorizaciones de entrada, residencia y trabajo, incluyendo un catálogo común para toda la UE de derechos y obligaciones para los extranjeros de terceros países en la UE.

* Responsable de Migraciones de CCOO de Córdoba