El día que se celebra el 39 aniversario de la Constitución en el Congreso de los Diputados no se habla de otra cosa que de su reforma, que hemos de hacer para que nos sirva otros cuarenta años más. Pero hasta aquí llega el acuerdo entre las diferentes fuerzas políticas; no existe coincidencia sustancial alguna en todo lo demás; no hallamos un objetivo común de peso, ni dos ni tres parciales, sino múltiples intereses partidistas. Vamos, que España, después de décadas orientada no tiene un objetivo definido.

Tras las elecciones generales de 1977 --y después de no pocos forcejeos, dudas y amenazas de los inmoviistas de entonces, que son los padres de los de ahora-- se constituyó la Ponencia Constitucional. Esta encontró con gran rapidez el objetivo: reconciliar a los españoles desgarrados por la guerra civil y amordazados, luego, por una larga dictadura. Así, promulgó un texto que abría España a la democracia y a la integración en Europa.

Pero ahora nadie logra ponerse de acuerdo en el objetivo que se persigue. De nuevo los políticos que nos representan tienen visiones bien divergentes de lo que tiene que ser España y las vías a trazar para alcanzarlas.

Y resulta bien extraño porque la crisis económica gigantesca que intentamos superar, la desafección del nacionalismo separatista catalán que pone al Estado en alarma y el populismo internacional que tanto asusta a Occidente, deberían ser motivos suficientes para que llevarán a la mayoría a una reflexión conjunta.

Pero no. La derecha se encasquilla en el inmovilismo: «No se puede tocar ningún artículo que afecte a la soberanía nacional (...) El consenso debe ser tan generalizado como en el 78». La «nueva izquierda» que se agrupa en torno a Unidos Podemos, nos traslada que no quiere reforma alguna que no concluya en un referéndum para que Cataluña decida si se queda o renuncia a España. Los socialistas --como siempre en el medio-- son más optimistas, esperan incluso que «Rajoy se mueva» y están seguros de que los resultados de las elecciones catalanas harán que «Podemos corrija su posición». Ciudadanos va a la suya: recoger los votos que se desprenden del cascabilo del PP.

Para intentar culminar con éxito esta larga marcha hacia una nueva reconciliación, el PSOE ha forzado la creación de una Comisión para el debate territorial en el Congreso de los Diputados que preside José Enrique Serrano, un veterano socialista que nada de lo que llamamos Estado desconoce. Esta dispuesto a dar voz y escuchar a centenares de españoles de mil ramas del saber y la experiencia para ver si, entre tanta palabra, logra encontrar una frase que de tanto repetirse se pueda tener como un objetivo común.

Porque los españoles estamos tan desnudos y en ayunas que nadie sabe qué camino emprender cuando todo el mundo a nuestro alrededor «corre a toda leche» arrastrado por los intereses del capital y el deslumbre de las tecnológicas dejando una sucia estela de desigualdad y miedo para provecho de los otros malvados.

* Periodista