A lo largo de esta semana, la liturgia eclesial contempla la presencia del Espíritu Santo, denominado tambien paráclito y consolador. «El día de Pentecostés, apunta un franciscano, Dios decidió desbordar su amor, su Espíritu, que solo circulaba en su interior, para que ahora, saliendo de Él mismo, inundara la creación y la Iglesia. A partir de entonces, el Espíritu Santo no solo circula en Dios, sino tambien «fuera» de Dios, es decir, en nosotros, sus criaturas». Las atrevidas palabras del padre Massana cobran palpitante actualidad en estos días, impactados por las muertes de las acciones terroristas. ¿Cómo «consolar» a los familiares y amigos de las víctimas? Porque esta es una de las «funciones» del Espíritu, al que tambien se le denomina «consolador». El Espíritu es como el viento. No sabemos de dónde viene y a dónde va, pero percibimos sus efectos, estamos invitados a nacer siempre de nuevo de este viento impetuoso que vivifica y renueva, que nos levanta y nos impulsa hacia los demás con lenguas de fuego. «Consolar» es una de las grandes tareas en esta hora. La etimología de este vocablo es el término «solo»; de ahí que «consolar» sustancialmente sea «estar con uno que está solo». La idea es sugerente porque mucha tristeza o dolor nace precisamente del estar solos y abandonados, sin una presencia que te dé calor, sin una mano que te acaricie, sin una palabra que rompa el silencio y las lágrimas. Tenía razón el poeta Pedro Salinas cuando escribía que «las manos del que ama... terminan en ángeles», son presencias angélicas que rompen la soledad de la infelicidad. Por algo la palabra «desolado» significa en su raíz «estar totalmente solo». Como afirmaba el novelista ruso Vladimir Nabokov, «la soledad es el campo de juego de Satanás», y por eso al Espiritu Santo se le llama «el Consolador». Bueno es recordar estos paisajes, ahora precisamente, cuando hace más falta el consuelo y cuando más se acentúan las soledades. Quizás haya que invocar ese «viento» y ese «fuego» que nos mueve, que rompe nuestra parálisis, que nos hace caminar de nuevo.

* Sacerdote y periodista