La Transición se impuso porque unos anhelaban la democracia y otros sabían que su tiempo había muerto. Su tiempo, sus causas o su modus vivendi. Naturalmente, habría muchos matices que añadir a la aseveración, pero en esencia fue un pacto basado en la renuncia de muchos y en la voluntad de mirar al futuro con las luces largas. Quizá fue una chapuza, seguro que podría haberse hecho mejor, pero resulta muy difícil criticar esa chapuza si se observa el actual panorama político, inyectado de egoísmo, cobardía y cortedad de miras.

De acuerdo, los actores del procés, lo reconozcan más o menos abiertamente, ya saben que su tiempo pasó. Los que creyeron que era posible una independencia exprés no tienen más remedio que aceptar la realidad de unos obstáculos que se antojan insuperables. Pero, ¿y ahora?, ¿cómo queremos vivir? Si a todo lo que aspiramos es a ensordecer el enorme descontento en Cataluña, la convivencia irá deteriorándose sin remedio. Y el resto de España no quedará libre del destrozo. Vivir en crisis permanente con una parte del territorio, es un desgaste que no tenemos por qué aceptar con resignación. Hay fórmulas, hay modelos a imitar y, si no, debe haber suficiente creatividad para diseñarlos. Los ciudadanos que batallan cada día por una vida digna, que ponen todo su ingenio, su esfuerzo y su voluntad para superar las dificultades, no se merecen el conformismo de sus políticos.

* Escritora