Recientemente he reivindicado en la revista digital iDescubre de la Junta de Andalucía() el carácter transversal, estimulante, ambicioso y enriquecedor del concepto de innovación. Esta aproximación es coherente con las definiciones del vocablo en diccionarios reconocidos nacionales e internacionales. Así lo he entendido siempre.

En los últimos años se han consolidado dos concepciones erróneas de innovación que intentan restringir su contexto, cuando éste es universal. Por una parte, asignarla al ámbito de la Ciencia y Tecnología, cuando también se puede innovar en las relaciones comerciales, en la organización, en la implantación de la responsabilidad social de corporaciones o áreas, en la normalización, etc.

Por otra parte, otro error es la restricción de la innovación al último eslabón de la secuencia I + D + I(i) en Ciencia y Tecnología, confundiendo por desconocimiento o interés la etapa de trasferencia (T) con la innovación,que está en mayúscula (I) o minúscula (i) según la importancia que los políticos y/o responsables de turno han querido darle. Es posible que estuviera justificada esta confusión en planes internacionales, nacionales y autonómicos de I+D+I hace décadas, ya que la transferencia de conocimiento y tecnología era entonces una actividad desdibujada. Pero nadie ha reaccionado y la confusión persiste, sin justificación. Solo el programa Horizonte 2020 de la UE ya no incluye la secuencia R&D&I entre los acrónimos usados. En cambio en los borradores del nuevo Paidi siguen con la aproximación ya obsoleta, que justifica su acrónimo.

Afortunadamente, la trasferencia de conocimiento y tecnología es una actividad cada vez más apreciada en las universidades y centros de investigación españoles. Desde hace más de treinta años, la he defendido para que sea una actividad del profesorado plenamente reconocida, en mis cargos de responsabilidad en el Consejo de Universidades, la Aneca y en la ANEP. Allí me estrellé con los colegas que consideraban esta actividad como la típica de los profesores que buscaban pesetas (ahora serían euros) para su bolsillo. Fruto de este empeño personal, los baremos de acreditación del profesorado contienen desde su origen esta "cuarta patita de Miguel" además de la docencia, investigación y gestión. He dado cursos sobre las actividades del profesorado en nueve universidades españolas y siempre he considerado la transferencia como una actividad más. Esta labor, no reconocida por la UCO, es quizás una de mis aportacionesmás relevantes en la Ciencia y Tecnología en España. Pero ello no me impide ser objetivo para reconocer que la innovación no es exclusiva de la etapa final de transferencia.

La innovación es patrimonio de todas las etapas del proceso científico y tecnológico, que debería denominarse I+D+T, es decir sustituir la I(i) por la T de transferencia. Es posible innovar en investigación (ej. superar viejos y nuevos retos, romper moldes, huir de las repeticiones sobre el mismo tema como en el ámbito musical, emprender auténticas nuevas líneas de investigación, fomentar y explotar la imaginación, etc.). También se puede innovar en la etapa del desarrollo (D) diseñando "crisoles" para la imprescindible interdisciplinariedad, eliminando las típicas barreras que creamos indebidamente en las interfases, etc. Al igual que se puede innovar en transferencia de conocimiento y tecnología, diseñando, por ejemplo, nuevas estrategias de implantar en el mercado los "productos" de I+D que sean más eficientes.

En definitiva se propone que la secuencia de las grandes etapas en Ciencia y Tecnología sea I+D+T, lo que se basa en el carácter no excluyente y transversal del verdadero concepto de innovación. Espero que con el tiempo se implante esta propuesta, que yo entiendo como bien fundamentada.

()https://idescubre.fundaciondescubre.es/2015/12/04/el-autentico-significado-de-la-innovacion-en-ciencia-y-tecnologia/

* Universidad de Córdoba