Como te toque un complicado apañado vas. Es cierto que todos debemos ser iguales ante Dios y ante las leyes por el hecho de ser homo sapiens, o al menos, todos deberíamos partir de cero o de ciento. Pero la verdad, algunos de nosotros aun siendo aparentemente del montón, somos bichos raros que guardamos reacciones tan extrañas a acciones tan comunes que hasta el psicólogo más avanzado no encuentra respuestas. Las personas complicadas hacen sufrir. La cosa es que solos son más simples que el mecanismo de un chupete. Pero, cuidado, cuando consiguen un «huésped» lo erigen, no como pareja a apoyar y comprender y, en definitiva, hacer feliz, sino como destino práctico de sus paranoias, por no decir cabronadas, y así sentirse importantes. Por no sé qué conjunción astral, suelen dar con personas perfectas para ello, es decir, con buena gente; el sujeto complicado precisa otro ser para poder ejercer y por eso cuando coinciden dos de ellos se repelen como el imán al imán. Pero, repito, cuando encuentran lo adecuado, lo hacen inmediatamente destinatario de sus rarezas dando rienda suelta a sus atravesadas interpretaciones de la vida y sus situaciones. ¡Y encima, se creen especiales, no te lo pierdas! Entonces, empieza el calvario del huésped, al que le come el cerebro hasta hacerlo sumiso no solo anulando sus criterios sino forzándolo a compartir los suyos. Porque el complicado sobre todo busca mandar injusticias. Es como el virus que mientras no encuentra un cuerpo donde anidar es inofensivo porque no tiene pared celular para vivir independiente y precisa una célula completa para poder vivir la vida, y cuando la encuentra, la enferma quitándole la pared, o sea, el alma, para vivir él en ella.

Muchas veces podemos preguntarnos por qué somos complicados, porque se da incluso en personas con nivel cultural y estatus económico. No hay respuestas. Lo que sí es cierto es que las parejas de los complicados como no tomen la firme decisión de acabar la relación, enferman con una incurable depresión de caballo. Y esta depresión viene cuando se renuncia a aquel principio enamorado y esperanzador de hacer cambiar al complicado, para luego renunciar al cambio imposible e intentar comprenderlo, hasta que al final se comparte su forma de ser por no contradecirlo. Por ello te aconsejo que seas valiente, que no eres su madre y que la vida es una y de uno. Si tienes a tu lado a un ser de estos, dale el finiquito o huye sin mirar atrás. Que no te dé remordimientos, porque, al fin y al cabo, esta gentuza no quiere a nadie.

* Abogado