La reciente compra del Banco Popular por el Santander ha sido el último capítulo de la reconversión bancaria en España, pero quedaba una coda --Liberbank aparte-- que se escribe estos días: la absorción por la nacionalizada Bankia del Banco Mare Nostrum (BMN), una entidad menor surgida de la vorágine de fusiones que hace una década acabaron con las cajas de ahorros. La operación entra dentro de la lógica de la racionalización del mercado bancario español, y lo más positivo es que denota vigor por parte de Bankia, una entidad que ha estado en el ojo del huracán desde su fundación en el 2010 bajo la presidencia de Rodrigo Rato. En el otro lado de la balanza hay que situar el coste que para el erario va a significar la operación: de entrada, 1.106 millones de euros a sumar a los desembolsados hasta ahora en rescates bancarios, si bien la cifra definitiva dependerá del precio al que, en su día, se privatice Bankia, erigida en la cuarta entidad financiera española. El ministro de Hacienda asegura que la fusión de Bankia y BMN creará una sinergia que permitirá al Estado recuperar gran parte del dinero inyectado en estas entidades. Habrá que esperar a que el tiempo avale o desmienta este optimismo, pero los ciudadanos tienen sobrados motivos para ser escépticos, porque hace menos de dos semanas el gobernador del Banco de España daba por perdidas el 78% de las ayudas a la banca: 60.000 millones de euros.