En términos clásicos, la demócrata Hillary Clinton se impuso a su rival republicano, Donald Trump, en el primer debate de los tres que mantendrán los tres candidatos a la Casa Blanca. El animal político se impuso al animal televisivo. Clinton puso en evidencia que no es lo mismo dominar el plató televisivo de la telerealidad que controlar la escena política. La demócrata estuvo agresiva, demostró conocimiento de los temas y puso en evidencia la fragilidad, cuando no las falsedades, con las que Trump ha logrado alcanzar la candidatura republicana, casi igualar a Clinton en la mayoría de encuestas y colocarse tan solo a un paso del Despacho Oval. Si alguien pareció presidencial en el debate esa fue Clinton, que venció de forma clara. Si la que dirimen ambos candidatos fuera una campaña electoral clásica, hoy Trump sería considerado un perdedor casi seguro a pesar de que aún faltan más de 40 días de carrera y otros dos debates. Pero como demuestra la misma presencia de Trump en el escenario, esta es cualquier cosa menos una campaña electoral clásica. Clinton representa la quintaesencia del establishment de Washington y de la forma de hacer política de la que tantos estadounidenses están hartos. En este sentido, la gran paradoja es que los motivos por los que Clinton ganó el debate no hacen otra cosa sino profundizar en las razones por las que, pese a todo, aún no es la favorita indiscutible ante alguien como Trump. H