Paz y bien hermano», nos dirán las Hermanas Clarisas de Belalcázar, en su primer saludo, mientras abren de par en par las puertas de su corazón a todas las personas que visitan su monasterio. En la carretera C-420, a su paso por el pueblo de Belalcázar, se encuentra la desviación que nos conduce al convento de Santa Clara de la Columna. Este edificio, considerado uno de los más importantes de la provincia de Córdoba, en su apartado histórico-artístico, se encuentra enclavado en la villeta de Santa Clara, que dista del núcleo urbano algo menos de un kilómetro. La historia se remonta al siglo XV, cuando dos hijas de doña Elvira de Zúñiga, Leonor e Isabel, deciden profesar la religión católica, como monjas de clausura, en un convento contiguo al de los frailes franciscanos. Pero la proximidad de ambos, y dado los tiempos que corrían, aconsejó la separación de dichas comunidades. El antiguo convento de los franciscanos fue ocupado por las monjas en el año 1490, viniendo a este lugar monjas procedentes del convento de Nuestra Señora de la Consolación de Calabazanos (Burgos), trayendo un trozo de la Columna, en la que ataron a Jesucristo para azotarle. Llegaron el 21 de febrero de 1494 y, desde entonces, se llamó convento de Santa Clara de la Columna. Es todo un privilegio escuchar los primeros cantos litúrgicos, mientras amanece, y celebrar la Eucaristía con las religiosas. Se respira hondamente el espíritu de Santa Clara -«Clara de nombre, más clara por su vida, clarísima por su virtud»-, la mujer que quedó fascinada por la decisión de Francisco de Asís de abandonarlo todo y seguir el modelo de vida evangélico. La relgiosa compartía con su maestro espiritual el carisma y la misión de renovar la Iglesia. La actual superiora de la comunidad de este convento de las clarisas, hermana Isabel Cobo, nos describe en pocas palabras su misión y su tarea: «El Espíritu inspiró a san Francisco y a santa Clara de Asís, una forma de vida en pobreza, fraternidad, y en el caso de las hermanas, una forma de vida en el retiro contemplativo. Actualmente, vivimos en este lugar, once hermanas que han experimentado la llamada de Dios a entregarse a esta forma de vida de hermanas pobres de Santa Clara. Nuestra vida se desarrolla en fraternidad, como hermanas que se aman, se ayudan a crecer y se cuidan y que tienen una única riqueza y alegría: el Señor. Compartimos todo lo que tenemos, y lo que tenemos es de todas. Nuestra vocación es ser hermanas, pobres y contemplativas. Vivimos alabando a Dios y agradeciéndole diariamente todo el bien que hace por las personas e intercediendo para sostener a todos aquellos que sufren en nuestro mundo. Nuestro monasterio es un lugar abierto a la acogida, a la oración y a la experiencia de un encuentro con Dios. Vivimos del trabajo de nuestras manos y de la providencia. Somos felices porque estamos donde el Señor ha querido. Y para nosotras, este es el lugar más hermoso del mundo». Y hermosas son las palabras de la hermana Isabel, una mujer licenciada en Derecho, que, con su comunidad, «amanece a Dios» sobre el mundo.

* Sacerdote y periodista