Me pongo malo cuando ineptos de otros lares confunden nuestra felicidad y saber vivir con la vagancia o la irresponsabilidad. Pero se confunden por una razón muy sencilla: el mayo cordobés, sobre todas las cosas, rebosa de currantes entusiasmados con su folclore y que curran como nadie o como el que más. Todos conocemos a ese enfermero, médica, abogado, arquitecta, platero, pescadera, vendedora ambulante, estudiante de encerrarse en su cuarto y salir nada más para comer, policías, amas del hogar, barrenderas, preñadas hasta la boca o jubiladas con artrosis desde la coronilla hasta la uña del dedo gordo del pie (pero con el alma de quince años porque eso lo da la tierra) que se ponen guapas y sonrientes y a pesar de los dolores, cogen y se van a la feria. Eso no es de vividores, que es un defecto, sino de saber vivir, que es una virtud. En Córdoba todo es verdad. No hay nada de mentira ni tampoco verdades forzadas y por eso en nuestra ciudad, esta algarabía preciosa de mayo acorde con la luz del sol es puro andalucismo. Y por eso creo que a pesar de que pudiera parecer que otras ciudades andaluzas tienen más idiosincrasia solo es porque lo venden mejor. Como Córdoba en mayo no hay nada en el mundo. Si usted se va por ahí arriba, por la Europa esa que tanto presume de civilizada -pero no por educada sino por robotizada- le servirán el vaso de vino que pida en la barra en una probeta; eso de llenar el vaso hasta arriba, allí es ciencia ficción y de la mala. Si vos se va a China encontrará las piscinas que no cabe ni un renacuajo con el asco que nos da a nosotros esas cosas. Y en Japón, que dicen que se parece a España (por los huevos) para tomar una fruta tendrá que ser a través de una solicitud a la ministra. Si se va a Alemania desayunan cuando nosotros estamos roncando y se acuestan cuando nosotras salimos a la calle a sentarnos en las puertas a charlar con la fresquita. Pero no hay que ir tan lejos, que una vez fui a Barcelona y pedí en un garito un plato de queso y la camarera me dijo: ¿cuantos gramos le peso?... En fin, que nadie nos diga que somos perras o vagos en el mayo de Córdoba, que lo difícil es trabajar como mulas para después divertirnos como payasas para luego volver a currar más todavía. Así que como esta vida es hasta ahora la única que tenemos y es tan corta que si miras para atrás han pasado 30 años en un minuto, concluyo que esta forma de vivir en mayo, conjugando obligaciones, aficiones y fugacidad del tiempo, solo puede identificarse con la forma de vida de una civilización superior.

* Abogado