La globalización de la economía internacional y el imparable desarrollo de la tecnología y su rápido traslado a la industria y los servicios, están desmantelando y transformando nuestro mundo más rápido de lo que tal vez sería conveniente para que las personas podamos adaptarnos. Mirado con la perspectiva del científico, esto no es nada más que una expresión de la dinámica de la naturaleza: la energía acumulada acaba fluyendo y saltando por encima de las barreras. Y quizás por ello, lo mejor que podemos hacer es entender estos procesos e intentar movernos con ellos como un surfista cabalga su ola. La naturaleza es inmisericorde y despiadada, y si no aprendemos a cabalgar las olas, acabaremos bajo alguna de ellas.

La especie humana, sin embargo, como también ocurre con muchas otras espe-cies, ha evolucionado desarrollado una estrategia de supervivencia en la que la cooperación, la cohesión social y las respuestas colectivas parecen jugar un papel fundamental. La supervivencia del individuo reside en la supervivencia de la sociedad pero también la supervivencia de la sociedad descansa en el bienestar y la supervivencia de cada individuo. Si las fuerzas de cohesión social fueran predominantes, la globalización acabaría también por imponerse; sin embargo, seguramente se desarrollaría de un modo más suave, menos despiadado.

Desafortunadamente para muchos, las fuerzas propulsoras de la globalización tienen nombres y apellidos. Las decisiones políticas no se tomaron en su momento teniendo presente ese objetivo de cohesión social y se aceptó y se acepta como inevitable el sacrificio de generaciones enteras y sociedades y culturas enteras, que no sobrevivirán a este proceso. Es así de cruel. Tanto como sembrar una guerra con objeto de acabar con un país o controlar el crecimiento de la población. Finalmente, la globalización y liberalización de la economía implica de hecho el traslado del modelo depredador presa al seno de la sociedad humana. Es un cambio radical de civilización. El mayor cambio de civilización desde que el hombre dejara la selva para abrazar la agricultura. Esto es una vuelta a la selva. O mejor, es una invitación a que la selva se instale entre nosotros.

Este nuevo modelo de civilización no tiene necesariamente que ser ni mejor ni peor. En realidad preguntarse sobre eso carece de sentido. Lo que sí es cierto es que en esta nueva manera de dramatizar la vida, hay otra trama y otros actores. La burguesía acomodada está en vías de extinción. El proletariado consciente y organizado también. Los partidos políticos andan quemando en piras funerarias sus estructuras y su memoria. Las relaciones humanas de todo tipo y a todos los niveles serán más individuales, a corto plazo y dispersas. Los convenios colectivos son cosa del pasado. El trabajo por cuenta ajena, también. Los estados están perdiendo poder cediéndolo al mercado y a las grandes corporaciones y magnates internacionales. Ahora mismo vivimos sin gobierno, y no me estoy refiriendo al gobierno de España. No hay un gobierno mundial. El mundo vive como en un Far West global.

La globalización podría haberse hecho de otra manera. También es cierto que podría reconducirse aún. Pero tengo mis dudas de que haya conciencia de esa necesidad. Quienes ostentan ahora el poder real ven las cosas bien como van y hacia donde van. Y quienes tienen la conciencia, no podrán alcanzar nunca el poder real. El Brexit no deja de ser una expresión de este proceso. Los ingleses han decidido abrazar de lleno esta nueva civilización basada en el modelo depredador-presa. Y ellos quieren jugar el papel de depredador. ¿Qué papel vamos a jugar nosotros?

Más allá de todo esto se oculta un futuro más incierto. La naturaleza a la que estamos volviendo hará su papel, y la especie humana dejará de existir como la conocemos. Seguramente surgirán nuevas especies a partir de la nuestra. Y no está claro que sean los depredadores quienes hereden la Tierra.

* Profesor de la UCO