Celebrado el Debate sobre el Estado de la Ciudad, la pregunta que nos podemos hacer es si sabemos de verdad hacia dónde va la ciudad de Córdoba. ¿Hay proyecto de ciudad? ¿Qué queremos hacer con Córdoba? ¿Existe plan municipal? Lo cierto es que hoy nadie sabe a ciencia cierta qué rumbo lleva el Ayuntamiento, solo flota en el ambiente la sensación de un barco a la deriva sin rumbo, que más pronto que tarde, quedará varado por la inacción.

Cuando la frustración de muchos cordobeses por la penuria económica y la falta de oportunidades ocupa los primeros lugares en las estadísticas, aquí nadie parece dolorido ni afectado; sorprende el entusiasmo de un gobierno municipal instalado en un conformismo irresponsable que todo lo salpica.

Cuando los emprendedores se quejan de que la Administración es un problema y no una solución para poder competir en igualdad de condiciones con otras ciudades, aquí nadie parece triste ni señalado; llama la atención que desde el gobierno municipal se siga hablando de sostenibilidad para todo como si de una palabra mágica se tratara.

Cuando la sociedad se lamenta con preocupaciones cotidianas irresueltas y ventajas comparativas que no posee, aquí nadie se da por aludido; sorprende el raro estado de ánimo de un equipo municipal que ve optimismo donde solo existe inseguridad y hartazgo.

La solución no es correr para olvidar, como se hizo en el debate de la ciudad por parte del equipo de gobierno, anunciando y acumulando más planes a las páginas de periódicos y tirando de ocurrencias como quien reparte naipes al mus sin el más mínimo balance, y espíritu autocritico. Sobran planes y falta gestión y lo que es más grave, se agota la credibilidad de una regidora que no cumple con la palabra dada.

No es buena para la ciudad la contumacia de la alcaldesa en rechazar una y otra vez la mano tendida del portavoz del grupo municipal más refrendado en las urnas, José María Bellido, para sacar adelante acuerdos por el empleo; el desarrollo económico y los sectores productivos; el desbloqueo de inversiones de la Junta y el Estado; por el futuro las empresas y servicios municipales y contra la desigualdad y la pobreza. Peor aún si concentra sus esfuerzos en los temas y polémicas que fracturan a la sociedad en dos bandos para dejar claro quién lidera.

No queremos un gobierno gestero y decorativo encantado con el poder para no gobernar, que gestiona el postureo y no el presupuesto, que lee a Córdoba todos los días el cuento de la lechera, incapaz si me apuran, de valorar el reconocimiento de un error.

La ciudad con más paro y con uno de los distritos más pobres de Europa no se merece tanta deserción del consenso y de la estrategia a largo plazo, tal indolencia supone un delito de futuro que las nuevas generaciones nunca nos perdonarán. Todos somos parte de la transformación de la ciudad que debe seguir el ruido inexorable de la tecnología y los nuevos tiempos para trazar el progreso. La vida es un cambio continuo. No hay lugar seguro donde aletargarse, el único es el cambio y para ello urge cambiar hasta de mentalidad, porque como apuntaba en estas páginas María Olmo, a propósito de Córdoba, hay y tenemos el deber de romper nuestro propio bucle, la inacción, la falta de ambición, el irresponsable conformismo en el que está instalada la ciudad.

* Viceportavoz del Grupo Municipal del PP en el Ayuntamiento de Córdoba