El cierre de muchos circos es un nuevo golpe a la desaparición de los sentidos... tacto, olfato, gusto. Tremenda tristeza me provoca leer en la prensa que están desapareciendo los pocos circos que aún quedaban, igual que cierran los pequeños colmados de barrio que atienden personas que conocen tu nombre, o los comercios artesanales que son engullidos por la producción en serie. Estamos entrando en una era definitivamente audiovisual en la que oler, tocar y hasta besar será cada vez más extraño, porque se desvanece el mundo de los sentidos más primarios. El paradigma de esos sentidos era para mí el circo, ese que cada año visitaba en mi infancia y al que luego llevé a mis hijos, ese que a quinientos metros ya olía diferente, ese en el que los colores eran intensos y en el que en poco más de dos horas veías pasar toda una vida de sensaciones cotidianas. Lidiar con animales --y demonios-- enfrentándose al miedo; sonreír cuando no tienes gana pero tienes que hacerlo para dar tu mejor imagen; hacer malabarismos para conseguir que todo esté en orden; sostenerte en la delgada línea que muchas veces separa el blanco del negro para no caer al precipicio... tocar, sentir, oler, un catálogo de sensaciones vitales. El desprecio de los sentidos me plantea si no llegará un día en que será todo tan sin sentido como para que no cuenten los sentidos... ¿enamorarte online sin una mirada, ni un roce?, ¿recabar la opinión del médico mediante consulta virtual?, ¿escribir definitivamente sin olor a tinta ni papel?, ¿jugar en un ordenador sin balones que chutar, ni muñecas que peinar?, ¿no sentir el aire de la calle en tu cara, ni el frío en tus manos?, ¿trabajar online sin tener a nadie a quien mirar?. El circo siempre me pareció el paradigma de los sentidos, un universo de vida, una explosión de sensaciones y ahora me dicen que se mueren los pocos que quedan, como la vida de los sentidos a la que estoy acostumbrada, en la que crecí, la vida en la que las personas se miran, se tocan y se abrazan y se dicen frente a frente «te quiero». Ya lo acaba de decir el Papa Francisco, que el mundo virtual de comunicación es muy rico, pero que corremos el gran riesgo de olvidarnos de la comunicación humana, la carnal, en resumen, esa !de tocar!. No lo olviden.

* Abogada