Después de muchos años dedicado a esto, ya puedo decir con seguridad que la ciencia no te garantiza la felicidad. Es cierto que puede proporcionarte alguna que otra satisfacción, un mayor o menor grado de reconocimiento social, según los éxitos y el alcance de estos, incluso algunos fogonazos de verdadero placer casi orgásmico, pero nada de felicidad. Es más, como cualquier otra actividad que pueda hacerse obsesiva e implicarte en cuerpo y alma las veinticuatro horas del día, suele ir acompañada de muchas preocupaciones y sufrimiento.

Lo que sí resulta innegable es que la ciencia aporta una forma de conocimiento muy eficaz y eficiente para hacer nuestra vida más segura y cómoda. Los descubrimientos y avances científicos penetran finalmente todos los terrenos de nuestra vida y en todos los niveles, y no solo de la medicina y las tecnologías. Cada vez quedan menos ámbitos demasiado complejos o sencillamente vetados al conocimiento científico. Incluso el amor y la felicidad pueden ya mirarse con el método y las herramientas de la ciencia para comprenderlos y para buscar estrategias que nos permitan vivirlos, no padecerlos, con una intención y un objetivo afínes a nuestro deseo personal.

El estado de felicidad de una persona, como acertadamente resume el psicólogo de la felicidad Tal Ben-Shaar, es resultado de numerosos factores que básicamente pertenecen a tres esferas o niveles diferentes: 1) un nivel fundamental marcado por la genética del individuo, 2) un nivel ambiental conformado por todas las circunstancias personales, y 3) las actividades que realice la persona con el propósito de buscar la felicidad. Por el momento, la mayoría de los factores pertenecientes a nuestra base genética y a los que se sitúan en ese entorno impredecible que nos limita, se escapan a nuestro control. Pero lo que sí parece estar en nuestras manos es actuar con determinados principios y estrategias en busca de la felicidad.

La ciencia está permitiendo avanzar en el conocimiento de la base genética y de las causas ambientales/sociales de la felicidad del individuo. Y todo ese conocimiento acumulado está facilitando el desarrollo de estrategias de actuación cada vez más refinadas y acertadas para que cada individuo pueda buscar con más éxito su felicidad. Es lo que hoy en día se conoce como «ciencia de la felicidad». Sonja Lyubomirsky, una de los gurús de la ciencia de la felicidad, defiende que en nuestras propias acciones son la mejor receta para mejorar nuestra felicidad. Involucrarnos en actividades agradables que nos llenen hará aumentar nuestro bienestar. En su obra La ciencia de la felicidad: un método probado para conseguir el bienestar, propone las siguientes actividades:

1) Expresar gratitud hacia la vida continuamente. 2) Cultivar el optimismo in-terpretando el mundo desde una perspectiva más positiva y generosa. 3) Evitar pensar demasiado. 4) Practicar la amabilidad. 5) Cuidar las relaciones sociales. 6) Desarrollar estrategias para encontrar sentido al sufrimiento y asimilarlo. 7) Aprender a perdonar. 8) Fluir más, concentrándose en vivir el momento. 9) Saborear las alegrías de la vida. 10) Comprometerte con tus objetivos eligiéndolos bien y procurando que sean al menos parcialmente alcanzables. 11) Practicar la religión y la espiritualidad. 12) Ocuparte de tu cuerpo.

Ninguna ciencia es infalible. Esto hay que tenerlo en cuenta. La ciencia solo ofrece modelos para predecir el mundo. Pero todo modelo es mejorable. Hay que ir con cuidado. El investigador británico Nick Brown se encargó ya hace varios años de desmontar algunas propuestas de «ciencia de la felicidad» excesivamente optimistas y con una base científica poco sólida. Una mente científica no puede creer a pies juntillas. Hay que probar y ver si funciona. Probaremos a ser felices. A ver si eso nos da la felicidad.

* Profesor de la UCO