Decía Winston Churchill que "La falla de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes". Albert Rivera está decidido pese a quien pese a aprender de los consejos del político británico: Ciudadanos tiende puentes al PSOE en Andalucía y Valencia mientras que en Madrid lo hace con el PP. Los requisitos que exige el partido de Rivera están claros: corrupción cero y medidas liberales en lo económico y social. Pero sobre todo supone dejar de lado la polarización, el maniqueísmo y la radicalización. Implica dejar de lado la minoría de edad política en la que nos ha instalado el populismo ideológico y el narcisismo de la diferencia. Como en su momento indiqué en el Diario CORDOBA, ha llegado el momento de los gobiernos multicolores.

En Suiza existen gobiernos de siete ministros y hasta cinco partidos diferentes. Aquí, sin embargo, algunos parecen siempre estar añorando la CEDA o el Frente Popular, el guerracivilismo como método y la satanización del adversario como talante. Los silbidos y los insultos como forma de (in)comunicación. Churchill también pensaba que "Los españoles son vengativos y el odio les envenena". Pero otra forma de ser español es posible. Ciudadanos ha elaborado un discurso alternativo realista y pragmático, con un eclecticismo razonable al elegir las mejores opciones de cada bando para elaborar un programa social-liberal progresista e innovador. En Andalucía la alternativa era un gobierno de Susana Díaz escorada hacia la extrema izquierda con Podemos o hacia el centro con Ciudadanos. Ustedes mismos, estimados lectores. Plantear otra cosa es creer en los gamusinos o los unicornios. O algo peor todavía que la hueca utopía: el caos ciego. Lo mismo que en Madrid la alternativa es un gobierno centrado del PP filtrado por Ciudadanos o uno extremista del PSOE arrastrado hacia la deriva tercermundista por Podemos. Por no hablar de Valencia con la posible alianza del PSOE con Podemos y los nacionalistas independentistas de Compromís. De nuevo, ustedes mismos... Por supuesto que hubiese preferido una alternancia vía urnas en el gobierno andaluz como lo exige la higiene democrática más básica pero resulta iluso además de frustrante plantearse con nostalgia lo que pudo haber sido y no fue.

Susana Díaz ha tenido que bajarse del pedestal de la soberbia para plegarse a un programa, el de Ciudadanos, que la comprometerá a bajar el tramo autonómico del IRPF, primarias (de verdad, no el sucedáneo fraudulento al que nos tiene acostumbrado el PSOE) y que su partido asuma la responsabilidad subsidiaria en casos de corrupción de sus integrantes. Ciudadanos se ha convertido de la noche a la mañana en una leal oposición, sin querer entrar en el gobierno únicamente para repartirse cuotas de poder pero apoyando con responsabilidad una gobernabilidad desde la crítica constructiva.

Pero sobre todo ha acabado con la idea miserable y sectaria de que lo que importa son los bandos y no las ideas, las sectas y no los programas. En lugar de trazar fronteras y muros, la estrategia de Ciudadanos está consistiendo en levantar puentes sobre los sólidos cimientos de la regeneración intelectual de una vida política hasta ahora enfangada en el oportunismo y la corrupción. Ciudadanos ha elegido el complejo camino político de las alianzas multipartidistas en una escenario político español habituado a las simplezas del "o conmigo o contra mí". También explicaba Churchill que las cometas se elevan más alto en contra del viento, no a su favor.

* Profesor de Filosofía