Este 15-J hizo 40 años de las primeras elecciones democráticas con el Parlamento ocupado por la moción de censura al Gobierno de Rajoy como un simbólico punto final. Incómoda equidistancia temporal de dos regímenes que deslucía la efeméride y había que posponer la celebración oficial al día 28 del presente. En el entreacto toda una galería de notables, ya bastante cascados, rondando los ochenta, yo diría, han desfilado por los medios de comunicación, orgullosos de cómo fueron los artífices de lo que se derrumbó por su propio peso de infamia entre cantautores y la euforia de un pueblo ansioso de libertad (¿para qué?) y al que metieron con calzador en la transición hacia una democracia formal que se había retrasado cuatro décadas porque era mejor fascistas que rojos. Todos eran patriotas y demócratas en 1977 (o eso dicen) pero algunos otros, con parecido pedigrí y responsabilidades políticas en estos años de democracia, se han visto citados a declarar como testigos por presuntos delitos de corrupción o sentado en banquillos de acusados o está siendo investigados o enchiquerados sin más. O sea, que no eran ni tan demócratas ni tan patriotas. Muchos otros esperan no ser descubiertos, aferrados con avaricia impune a su botín y la alerta de sus conciudadanos...

Mirando así el panorama actual, que tan desprestigiados deja a muchos políticos y empresarios, no parece que la cosa sea para tirar cohetes porque en 1977 saliéramos de una dictadura muerto ya el dictador. La democracia no es una fecha, sino el ejercicio continuo de la igualdad. Así es que más bien da un poco de vergüenza y grima por el estado del país al día de hoy, a pesar de las machaconas cifras macroeconómicas del Gobierno que, por ejemplo, no llegan a aliviar a ese 70% de familias encuestadas por Cáritas recientemente y que demuestra que el solo crecimiento económico no elimina la pobreza sino que aumenta las desigualdades. Parece un chiste.

En fin, mucho se ha dicho y denunciado, de mucha decepción y escepticismo nos hemos cubierto, pero yo creo que la portavoz socialista Margarita Robles esgrimió la justa sensibilidad cuando le preguntó a Rajoy, con motivo de la inconstitucionalidad de la amnistía fiscal del ministro Montoro en 2012, con qué moral se presenta el Gobierno ni cómo puede exigir a los ciudadanos respeto a las leyes contributivas. Esta pregunta llega más hondo: ¿cómo estas personas que se apartaron de sus deberes democráticos y patrióticos pueden presentarse, no ya ante la ciudadanía honrada a la que probablemente desprecian, ni ante su propia conciencia de la que evidentemente carecen, sino ante sus propios allegados? ¿Qué les dicen a sus hijos, nietos, hermanos?

«Parece mentira que me usted venga con esos milindres» --me recriminó mi amiga Jacinta pesando el kilo de tomates--. «Hay excusas para todo, entre privilegios y golpes de pecho. Mire usted los argumentos del ministro Montoro. ¡Agarrarse a la crisis para amnistiar a corruptos que se habían llevado el dinero fuera y lo blanquearon y decir que así se ayudaba a los más necesitados! ¿En qué nos han aliviado en algo, es que no estamos cargando como burros nosotros con sus recortes y así llevamos seis años? ¡Dos tomates les tiraba yo a él y a los miles de defraudadores!».

--«Señora, dos tomates son pocos. Para asaltar esos torreones hace falta más tomates».

--«Muy gracioso que me salga usted con don Mendo. Lo que hay que hacer es sacar a Rajoy de la Moncloa».

-- «De ese chiste hablaremos otro día».

* Comentarista político