Chaves Nogales, ese desconocido. La primera noticia que tuve de la figura del periodista sevillano fue a través de una reseña de Muñoz Molina que lo elogiaba como persona noble y valiente que estaba haciendo posible un revisionismo histórico con la publicación de sus obras sobre nuestro pasado más reciente. Nos preguntamos por qué valoramos como un narrador espléndido a este escritor de la primera mitad del siglo XX. Quizás porque ahora empezamos a estar preparados a escuchar las voces plurales y libres sobre el período histórico que va de Primo de Rivera a la postguerra pasando por la segunda República y la guerra (in)civil españolas.

Ha llegado el momento de rescatar a este intelectual andaluz, demócrata republicano y liberal, ligado a Córdoba que vio donde nadie veía a través de sus crónicas del Madrid de entreguerras, la llegada de la segunda República, el cainismo de la contienda fratricida, y los años como exiliado y refugiado. Dotado de un estilo literario que nos atrapa en su lectura, la mirada de Chaves Nogales ha dejado huella entre nosotros, como expusieron el pasado martes en Córdoba los ponentes de las jornadas organizadas por la Fundación Cajasol. Como reportero de raza que era, contaba lo que veía, claro antecedente del nuevo periodismo de Mailer, Capote o Wolfe. Dado su amor a los viajes, dio la vuelta a Europa en avión, que le llevó a la Rusia bolchevique, donde descubrió, como ya mostraron Gide y Russell, las miserias del comunismo, contando que los obreros rusos vivían mal, concluyendo que dictadura ni del proletariado. A su vuelta pasa por la Alemania nazi para conocer de primera mano cómo se vive en los paises fascistas, donde presintió la tragedia que se cernía sobre Europa. En nuestro país se sintió en el compromiso como demócrata con la causa de la libertad que parece que nadie defendiese en las dos Españas, falangistas furibundos y ignorantes milicianos anarquistas, que eran minoritarios y para los que Chaves Nogales, en sus propias palabras era

«perfectamente fusilable». En su diagnóstico coincide con las reflexiones de otra novelista también olvidada como es Elena Fortún en Celia en la revolución.

Enemigo de los extremismos y partidario del diálogo, cercano a la izquierda republicana de Azaña, defensor del parlamentarismo y del pacifismo, fue una voz libre y crítica cómo quedó reflejado en su obra A sangre y fuego, como definición del horror de la guerra, que nunca debería hacerse producido, porque la tercera España de Machado y Ortega era la mayoritaria. Exiliado en Francia, percibió que nuestros vecinos no solo no habían creado una heroica resistencia contra el invasor nazi sino también colaborado en la anexion. Perseguido por la Gestapo busca refugio en Londres, como hiciera en otro tiempo el liberal Blanco White, donde vivió hasta su temprana muerte, sin volver mas a nuestro país. Siempre lúcido entre los lúcidos se definió como un ciudadano de una República democrática, defensor de su legalidad contra los golpistas a la vez que se mostró crítico implacable con sus males. Injustamente olvidado y hoy felizmente rescatado del olvido para la memoria histórica y de democrática de este su país que tanto amó. Laminado por el franquismo, se ha convertido en un clásico para comprender mejor la reciente historia de España, para organizar la convivencia pacífica en la que sea posible la tolerancia cívica. Tenemos una deuda con Chaves Nogales por su valentía al contar historias como son. El hombre que estaba allí... debe ser leído por todos nosotros como el mejor homenaje de gratitud que podemos hacer, hoy por hoy, a su vida y a su obra.

* Profesor