El centrismo está de moda. O dicho de una manera más filosófica, el centrismo es un signo propio de la evolución humana y política. Aristóteles, que era un fenómeno en eso de sublimar la esencia del ser humano, decía precisamente que este es un animal político. Esto que parece una simple afirmación generalista lleva intrínseco un apriorismo: el consenso es lo que subyace en la esencia política y no el dogmatismo. Y el centrismo es precisamente eso, la política basada no exclusivamente en dogmas, sino en el consenso de las personas, el orden social y político. Ha sido precisamente ese sacrosanto centrismo el que a los españoles nos ha promovido y hecho una positiva realidad la democracia. Pero no ha sido un centrismo solo ejercido por aquellos partidos de la Transición que se autodefinían centristas, sino por todos los demás incluidos los que se les suponía más dogmatismo y extremismo como el comunismo de aquellas etapas. Prácticamente todos, casi sin excepción se comprometieron con el consenso. Por tanto está demostrado que el consenso es un grado superior de la evolución humana y por ende política. En España en el espectro político, actualmente el centrismo está representado por el Partido Popular y Ciudadanos, y hasta hace muy poco por la Gestora del PSOE. Sánchez ahora tiene una oportunidad de oro para apostar o no por ese centrismo, que es lo mismo que decir consenso y que por otra parte es lo que en Europa triunfa como un valor superior. Ahí está el último ejemplo francés con Macron. Abandonar el centrismo en los tiempos que corren es tanto como volver a la caverna. El dogmatismo no es propio de las sociedades evolucionadas, pues es contrario al diálogo y al entendimiento, y en definitiva a ese consenso que es la clave de la razón. Si Sánchez entiende esto, tiene una posibilidad para la social democracia que pretende representar.

* Mediador y coach