El Congreso de los Diputados debate hoy la tercera moción de censura de la democracia, tras las presentadas por el PSOE contra Adolfo Suárez en 1980 y por Alianza Popular (AP) contra los socialistas en 1987. Ninguna logró su objetivo, aunque la primera sirvió para impulsar a Felipe González mientras la segunda acabó con la carrera política de Antonio Hernández Mancha. Motivos para censurar al Gobierno de Rajoy los hay, desde la corrupción hasta las desigualdades sociales causadas por su política. Pero la moción que presenta Unidos Podemos es inútil porque ni siquiera cuenta con aliados para sumar a sus votos. Solo ERC y quizá EH Bildu apoyarán la moción, mientras PP y Ciudadanos votarán en contra, y PSOE, PNV y PDECat se abstendrán. La Constitución fija que las mociones de censura han de ser constructivas, es decir, con una alternativa de gobierno, y por eso quien se examina es más el candidato que el presidente del Gobierno. El candidato es Pablo Iglesias, que criticará la corrupción, presentará propuestas para combatirla --como la elección por el Parlamento del fiscal general del Estado-- y denunciará los recortes sociales del PP. Pero su intento de mostrarse como el líder de la oposición --por eso presentó la moción en plena crisis del PSOE-- es ahora más difícil con un partido socialista que remonta en las encuestas y le disputa el voto de izquierdas. Iglesias intentará atraer al PSOE para que presente o apoye otra moción en el próximo periodo de sesiones, pero los socialistas defenderán la abstención, que significa que no quieren a Rajoy, pero tampoco a Iglesias. Lejos de censurar a Rajoy, esta moción inoportuna y condenada al fracaso, puede acabar sirviendo para que el presidente del Gobierno se reafirme en su política y se jacte de la estabilidad que ha conseguido con la aprobación de los Presupuestos.