Oh, cielos, ¡un nuevo escándalo! Unos 360 hombres de negocios londinenses se reúnen en una cena secreta y, al tiempo que recaudan fondos para los niños desfavorecidos --aquí viene bien el «manda huevos» de Federico Trillo, ahora de moda por su hijo impertinente--, se pegan un jolgorio en el que manosear, acosar y hacer proposiciones obscenas a las 130 camareras-azafatas contratadas no parece el menor de los entretenimientos. ¡Asómbrese el mundo! ¡Otro abuso desconocido! ¿Qué dirán las exageradas puritanas del #Metoo? Tres décadas celebrando el evento y nadie sabía nada en Londres. Ni a nadie le extrañó que la selección de las jóvenes incluyera altura, belleza, buen tipo y atuendo negro cortito, con ropa interior a juego (aunque a alguna le pidieron que se la quitara y bailara sobre la mesa). Y que tuvieran que firmar un acuerdo de confidencialidad. Y que a las chicas les fueran requisados los móviles. Con una paga de 172 euros y otros 28 para el taxi, ellas tendrían que tragar, y vaya que sufrieron algunas. Quiza la única novedad del evento sea la presencia de una azafata no controlada, la periodista Madison Marriage, enviada por el Financial Times para averiguar lo que se cocía en la famosa pero ignota Presidents Club Charity Dinner. Bueno, pues ya hay dimisiones y el club está cerrado, de algo servirá el periodismo, aunque solo sea para que en estos momentos haya tres centenares de babosos explicando a sus esposas y novias que ellos no tocaron ningún culo, que eso era cosa de cuatro catetos recién llegados a la City y de un tal lord Goldimer (mismo), que ya sabemos, querida, que no sabe comportarse. Algo parecido a esas despedidas de soltero que transcurren en el puticlub, en las que todos subieron a las habitaciones menos el chismoso que lo cuenta... Hace años estalló un escándalo por la fiesta de incentivos que una multinacional nórdica ofreció a sus directivos, que incluía festival de mujeres. La costumbre decae en la medida en que se reducen los ámbitos en los que las mujeres están vetadas. Está claro que estas cosas son para señores muy machos. Y subsisten, por supuesto. Ahí tienen lo de Londres. La cena de los babosos. Y también de los idiotas, pero, sobre todo, acosadores.