Hace unas décadas, Luis Carandell, buen periodista y escritor ya fallecido, publicó un libro así titulado que me fascinó. Hace media docena de años ha sido reeditado por 9,50 euros. Lo compré y volví a deleitarme con él. El libro es una autocrítica de nuestro país, con fotocopias de periódicos o carteles de aquel entonces y comentarios irónicos acerca de ellos y de noticias con las que los españoles de aquellos años convivíamos sin darle mayor importancia y sin ningún sentido crítico hacia nuestro modo de ser carpetovetónico o celtibérico o como queramos entenderlo.

A mi modo de ver, la tesis latente en el libro era que España es un país incongruente y poco serio, anacrónico e incomprensible para gentes normales o equilibradas. Otro modo de expresar esta tesis era el famoso eslogan «España es diferente».

Hoy día ya no pensamos ser diferentes, pero la realidad es que lo seguimos siendo. El culebrón catalán ofrecería a Luis Carandell una oportunidad de escribir la segunda parte de ese libro sin temor a hacer realidad ese refrán que dice que nunca segundas partes fueron buenas.

Unos señores que desde hace ya décadas actúan de manera contraria a lo que han jurado o prometido (la Constitución) al acceder al cargo. Unos señores que desde sus cargos se dedican a petardear las leyes que dan fundamento al cargo que ocupan, que prohiben el uso de la lengua oficial en su país, que organizan un supuesto referéndum cuando no les compete hacerlo, que organizan un presunto delito de sedición desde los despachos oficiales. Un señor que ante la orden de busca y captura se va a Bruselas y desde ahí se dedica a seguir petardeando el país.

Un gobierno tibio que aplica el artículo 155.1 de la Constitución muchos años después de cuando lo debió haber aplicado y monta unas elecciones autonómicas tres meses después en vez de hacerlo tres o cuatro años después.

Una comunidad autónoma en la que, después de la sangría de 3.000 empresas que han salido huyendo (no hay más sentido común que el de quien se juega el propio dinero), sigue votando mayoritariamente a los independentistas que la han arruinado o la están arruinando.

Un expresidente de la Generalitat, electo, que quiere volver pero no puede (es decir, que está fugado voluntariamente, pero no quiere fugarse) y un Gobierno que quiere que no vuelva pero si volviese, no lo dejaría escapar. Un expresidente electo que quiere volver pero no sabe si lo hará en helicóptero o disfrazado de buzo en el puerto de Barcelona. Es decir, que duda si volver por tierra, mar o aire.

Un ministro del Interior que lo único que se propone hacer en esta vida es meter en Cataluña a todas las fuerzas de seguridad del Estado para jugar al escondite o a policías y ladrones con un Beatle de Cádiz, osculeador de la bandera de España en Copenhague.

Un expresidente de la Generalitat que se dedica a pasear por Bruselas de aquí pá llá mientras proyecta dirigir por Skype a una comunidad autónoma. Y en caso de que Skype no funcione, por Whatsapp, line, Messenguer o lo que ofrezca Google play.

Un expresidente de la Generalitat a quien una periodista danesa puso «dojo» como el «demoño dojo» o como «el del moño dojo», pero que tuvo la suerte de que esta no le hizo la pregunta fatídica de Perales: «¿A qué dedica el tiempo libre?».

Un asunto, el de los catalanes, del que en el resto de España estamos hasta los cojones porque el gobierno ha abortado una trayectoria que iba muy mal pero no ha solucionado el problema, hasta el punto de que seguimos igual que hace seis meses, y esto nos aburre ya más que un rebaño de ovejas.

Un partido, el PP, que ha empezado a experimentar su declive, pero que se ha olvidado de que él mismo se autosucedió cuando dejó de ser AP, y que AP recogió los despojos de UCD, de la misma manera que Ciudadanos podría recoger los suyos a nivel nacional como ya lo ha hecho en Cataluña. Solo faltaría que, por ejemplo, un político relevante se fuera con Ciudadanos. ¿Núñez Feijó, Cristina Cifuentes...?

En fin, un país de celtíberos, de gente volada que baila flamenco y que dice que la Pilarica quiere ser capitana de la tropa aragonesa, que como dice Forges, somos el número uno mundial en fabricar rosquillas de santo, o como dice Julio Anguita, vamos camino de ser un país de camareros, pues la hostelería supone ya el 14% de la riqueza nacional debido al sol que hace por aquí, que es de lo poco seguro que tenemos, el cual no nos lo quita ni Montoro.Como diría el conde de Romanones, qué país, qué paisaje y qué paisanaje.

* Arquitecto