En días pasados tuvo lugar la celebración del “orgullo”. Los cordobeses pudimos ver como en el insigne Palacio de la Merced, sede de la Diputación Provincial, ondeaba en lugar preferente la bandera arco iris y era adornada toda su fachada, al igual que el Ayuntamiento de la capital decoraba de igual forma destacados lugares de la ciudad. Las celebraciones del colectivo LGTBI reclaman mayor tolerancia de la sociedad hacia ellos, cuando algunos de sus integrantes no muestran el más mínimo respeto por el resto de la ciudadanía. Dentro de este colectivo LGTBI hay casos de alteraciones fisiológicas y otros que son, simplemente, desviaciones éticas. Causa gran sorpresa el entusiasmo mostrado desde nuestras instituciones públicas hacia estas celebraciones, pudiendo deberse esto a dos posibilidades. La primera sería que tanto la Diputación como el Ayuntamiento han emprendido una nueva etapa en la cual se conmemorarán de igual forma todos los eventos más destacados durante el año, por lo que se procederá de igual modo en las próximas Navidades y Semana Santa colocando adornos alusivos a estos acontecimientos. De lo contrario beneficiarían al colectivo minoritario LGTBI, frente a otro, muy cuantioso en nuestra provincia, que es el de católicos, debiendo tener presente que el principio fundamental a seguir por un regidor público es orientar su actuación hacia la mayor parte posible de la población. De no ser así, se beneficiaría a una minoría en perjuicio del resto.

La segunda posibilidad para explicar lo ocurrido sería que nuestros regidores públicos formen parte del colectivo LGTBI y por ello tanto énfasis en destacar este evento. De darse esta segunda posibilidad se estaría utilizando un cargo público importante en interés propio, siendo esta una conducta reprochable para nuestros dirigentes. En conclusión, solamente en uno de los supuestos nuestros regidores estarían actuando de forma correcta, por lo que en el resto de los casos se les debería exigir responsabilidades por su actuación.