Ahí llega la señora!, proclamó un ujier del Parlament al ver asomar a Marta Ferrusola. Jordi Pujol preparaba su discurso de candidato. Había obtenido el 41% de los votos y no tenía mayoría suficiente para ser elegido presidente por quinta vez. Lo conseguiría tres días más tarde. Las crónicas señalan la presencia «inquebrantable» de Ferrusola. Uno de esos días, la «señora» se transmutó en «madre superiora de la Congregación». Día 14 de diciembre de 1995. Ese mismo mes, la mujer de las mil caras hizo vuelo acrobático, se libró de una demanda por el mal estado del césped del Camp Nou y se lamentó por los «ataques personales» por las actividades empresariales de sus hijos. También criticó la obra Ubú President de Albert Boadella, una burla feroz contra Pujol y su entorno. Y confirmó que Pujol tenía ganas de continuar, porque «tiene una idea de país que se debe ir inculcando». Esa entrevista es la esencia de la era Pujol: la negación de cualquier crítica, de cualquier sospecha ante el poder de la causa. Junts pel Sí y la CUP han abortado la investigación del caso Vidal. Mal servicio a la democracia, a la transparencia y a la dignidad de las instituciones catalanas. El argumento: «El Parlament no debe hacer el trabajo sucio a la fiscalía». ¿Seguimos justificando lo injustificable por la causa?

* Escritora