Andalucía, hoy como ayer, como siempre, no se deleita con su ombligo y mira al ancho mundo. Su himno nos incita a que pidamos tierra y libertad y proclama que sea por Andalucía libre, España y la humanidad. Nada más lejos de lo cateto, de lo miserablemente local. ¡Por España y la humanidad!

En cambio los catetos del nordeste, los catalanes independentistas, los extramuros de Tabarnia, a estas alturas de la historia, cuando todos los vientos se dirigen a ampliar espacios, a derribar fronteras y a achicar barreras, a la globalización, con una risible, si no fuera indignante, tozudez quieren reducir el mundo a su pueblo, a su barrio, a su idioma de andar por casa, respetable desde luego, pero incomparable con el idioma que no nos importa llamar castellano, que es uno de los más hermosos y más bien escritos y hablados del mundo.

La catetería de esos contra charnegos ya es lamentable de por sí, pero lo es hasta causar nauseas, si además comprobamos que para colmo tienen complejo de superioridad. Especialmente acusado si piensan en Andalucía.

Recordemos que el nada honorable Pujol, el traficante de Andorra, escribió en 1958 y reiteró en 1976 lo siguiente: «El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (...) es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España». (Esto lo diría hoy Torra si fuera capaz de construir fases largas).

Quien fue presidente del Constitucional, y precisamente rector de la universidad de Barcelona, el granadino Jimenez de Parga, replicó que «En el año 1000 cuando los andaluces teníamos varias docenas de surtidores de agua de colores distintos, en algunas zonas de las llamadas comunidades históricas ni siquiera sabían asearse los fines de semana».

Y se podía haber replicado que mientras ellos apedreaban cabras, en Andalucía era conocido Aristóteles, que había sido divulgado por el cordobés Averroes, y teníamos bibliotecas con miles de volúmenes.

Pero no hace falta salir de la familia Pujol para seguir con los desvaríos de ese delirio de grandeza. La pareja del traficante de Andorra, Marta Ferrusola, madre de al menos un delincuente, cuando el cordobés Montilla fue presidente de la comunidad catalana indicó que le molestaba que el presidente de la Generalitat fuera andaluz y tuviera nombre castellano.

Hoy vemos claramente hasta qué punto es diferente llamarse Torra que Montilla. Pero lo cierto es que Pujol Ferrusola --el coleccionista de coches de lujo-- ha salido de la cárcel solo provisionalmente y que Tabarnia se ha manifestado en la calle contra Torra, a quien califica de nazi. Y lo es.

Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Es lo que ocurre con el seny, con el buen sentido, cono el sentido común.

Y llegado a este punto, permitidme un desahogo personal: deseo fervientemente ver a Puigdemont fotografiado de frente y de perfil y sin peluca. Es decir, quiero ver su ficha policial en el telediario.

* Escritor y abogado