El abracadabrante órdago a la grande de una gran parte de la elite política catalana, claramente secesionista, toda ella acostumbrada durante más de 30 años a hacer mangas y capirotes, viene a connotar, una vez más, el desprestigio y la debilidad por deteriorada de la actual gobernación del Estado, cuyos representantes, encabezados por el presidente del concernido gabinete, reinciden en escamotear sus correspondientes responsabilidades ante el reto sociopolítico más peliagudo entre todos a los que se han podido enfrentar hasta el presente, rehuyendo utilizar los instrumentos legales previstos a tales efectos en la Constitución de 1978, atemorizados por la reacción de los sediciosos, a los cuales, prácticamente desde los inicios de la transición democrática, y a su entramado y tramoya, se ha estado alimentado con los fondos de los presupuestos generales, mientras, a cambio de sus silenciadas fechorías y de sus espurios negocios, han estado colaborando parlamentariamente, si bien sacando tajada, en el sostenimiento del gobierno de turno. Mas tanto la notoria imprevisión como la falta de entereza y el exceso de pusilanimidad se hacen hoy evidentes, como en todos los momentos en los que se ha necesitado hacer frente al mayor problema político que padece España, queriéndolo por último reducir a la propia materia de los tribunales de Justicia, haciendo, cuando falta poco para que termine el encuentro, no precisamente deportivo, que salga a la cancha el Constitucional con la misión de transformar en gol el penalti catalán.

* Doctor ingeniero agrónomo y licenciado en Derecho