Por fin se celebraron las elecciones catalanas y ganaron los independentistas, aunque el análisis varía en función de quién lo realice. Algunos afirman que están legitimados para iniciar un proceso de secesión, al tener 72 escaños frente a 63; otros dicen que no tienen una mayoría en número de votos que pueda justificar este proceso. La verdad es que es difícil prever qué puede ocurrir o, mejor dicho, cuál va a ser la nueva ocurrencia del señor Mas y compañía para seguir en el poder. Esto lleva aparejada la existencia de incertidumbres económicas, algo siempre perjudicial, como se está reflejando en la prima de riesgo de la deuda pública española. Pero lo que más me ha llamado la atención ha sido la fundamentación económica que se le está dando al independentismo.

Siempre he pensado que la identidad, el sentirse de un sitio, estaba vinculada a eso, a un sentimiento. De hecho, el sentimiento independentista en Cataluña cada vez se hará mayor, en gran medida porque se está inculcando desde las escuelas. Cuando en cada comunidad autónoma se estudia lo que al gobierno autonómico de turno le parece, además de estar siempre los últimos en el informe PISA y el de la OCDE en cuanto a nuestro nivel educativo, esto es otra consecuencia. Sin embargo actualmente, más que de identidad esto de la independencia parece ser una cuestión de dinero. De hecho, los mantras de los políticos independentistas han sido el trato económico injusto que recibe Cataluña, la culpa que tenemos los españoles de que no hayan alcanzado un estado del bienestar como el de los países del norte de Europa, y que se van a quedar en la UE.

Pues bien, Cataluña tuvo el segundo mayor crecimiento en infraestructuras públicas en el periodo 1995-2007, después de Madrid, y su stock de capital público acumulado es el segundo más alto de España. Es cierto, que ha caído durante el periodo de la crisis, pero menos que en regiones como Asturias o Murcia. Además se ha de entender que si ellos ya han tenido un crecimiento importante de sus infraestructuras, mucho vinculado a cuando Convergència i Unió era la llave del Parlamento nacional para PSOE y PP, pues ahora otras comunidades han desarrollarse también. Respecto a los impuestos, son quienes pagan los impuestos autonómicos más caros junto con los andaluces, pero si nosotros no le echamos la culpa a los catalanes de que la Junta sea como es, ellos tampoco deberían culparnos. En relación con los nacionales, pagan el mismo IRPF, Impuesto de Sociedades e IVA que el resto de los españoles, porque, al menos que yo sepa, a un catalán no se le sube el IVA solo por serlo.

Luego está el controvertido tema del efecto sede y las balanzas fiscales. Unos dicen que la balanza fiscal de Cataluña es negativa (aportan más de lo que reciben) porque los catalanes pagan más, otro mantra; mientras otros dicen que esa balanza proviene de que hay grandes empresas afincadas en su territorio, y que es en dicho territorio donde queda registrado el IVA pagado por adquirir cualquier producto de esa empresa en el resto de España. También están los que afirman que este efecto ya se contempla en el cálculo de la balanza fiscal. Lo que nadie comenta es la ventaja en términos de generación de empleo y riqueza que tienen porque grandes empresas estén ubicadas allí, algo que comenzó a pasar por los planes de industrialización del anterior régimen político, además de por su ubicación. En cualquier caso, aún no he escuchado a ningún político independentista rechazar los Fondos Estructurales de la Unión Europea, afirmando que ellos les están robando a los alemanes...

Ah! Por cierto, si se independizan no estarán en la UE, al no recogerse Cataluña como un país miembro, y su caso no es ni de lejos comparable al escocés, aunque sí tienen algo en común, a la mayoría de políticos pro independencia se les puede decir lo mismo que un periodista de la BBC le dijo a Salmond: "You are talking non-sense".

* Profesora de Economía.

Universidad Loyola Andalucía