En los inicios del verano de 1900, el obispo de Barcelona J. Morgades, muy probablemente por indicación del Nuncio y aun de la misma Secretaría de Estado vaticana, realizó un viaje a Madrid a fin de «ofrecer sus respetos a S.M. la Reina», pero, en realidad, con el propósito de entibiar la polémica y remansar las aguas revueltas de la encendida controversia desencadenada por su famosa pastoral en torno a la enseñanza catequética en la lengua vernácula del Principado.

En tal coyuntura concedió una extensa entrevista al diario canovista La Época bien merecedora hodierno de reproducirse ad integrum, lo que, naturalmente, no haremos, pero sí incluir algunos de sus extremos más significativos. «La cuestión catalanista --nos ha dicho-- creo en absoluto que no ofrece el menor peligro. En Cataluña no hay separatistas. El separatismo catalán es una verdadera utopía, y aún hay menos anexionistas a un país extranjero./ Ni el separatismo ni el anexionismo pueden tener allí partidarios, pues aparte de otras consideraciones de índole más elevada, a Cataluña no le convendría perder para su producción el mercado del resto de España, que es el mejor para ella./ El movimiento que se ha notado en Cataluña, y principalmente en Barcelona, es superficial y carece de importancia./ El único grave peligro que podría existir en Cataluña sería la paralización del trabajo por disminución de la actividad que allí se nota, lo cual daría lugar a que grandes muchedumbres pudieran emprender peligrosas direcciones./ Acerca del movimiento catalanista se ha exagerado mucho. Cataluña, que ha visto desarrollarse y prosperar su riqueza, siente como otras regiones verdadera ansiedad por la desaparición de determinados obstáculos que, proviniendo de la rutina administrativa, pueden entorpecer aquel movimiento de progreso. Estas aspiraciones, exteriorizadas con cierta exageración por algunos elementos locales, han dado lugar a una transitoria excitación de la opinión, gravada también por la forma quizás algún tanto apasionada con que fueron juzgados fuera de Cataluña, produciéndose en consecuencia un estado de excitación general tan lamentable como injustificado (...).Usando la autoridad que me concede mi sagrado ministerio, he encaminado todos mi esfuerzos a encauzar las corrientes por caminos distintos de aquellos que pudieran tomar, pues yo entiendo que la Patria debe ser una e indivisible, y si en algún acto de índole catalanista he figurado, ha sido para procurar que predominaran estas ideas».

Todo, pues, muy eclesiástico y, aún más, muy de actualidad...

* Catedrático