Mientras los partidos burgueses catalanistas, sacando tajada, sostenían en España, durante los anteriores 40 años, a los gobiernos de turno, que sin cortapisas les permitían que maniobraran a placer, adulteraban la historia hasta pervertir y contaminar a generaciones de adolescentes, entre estos los hijos de los charnegos, considerándolos como polizones ocasionales de conveniencia, mucho más si abominaban de sus orígenes, odiaban su cuna o despreciaban sus apellidos, e incluso siendo algunos tan cerriles, obtusos y letales que los mismos separatistas intransigentes.

Así pues, los cegatos nacionalistas catalanes y adjuntas comparsas radicales, cuya envergadura política se enraíza en el victimismo, sostenidos por el notorio dejar hacer de los gobiernos centrales, han conseguido destruir, en gran medida, la convivencia entre sus paisanos, dividiendo, como un hecho insoslayable, a la sociedad catalana en partes de difícil y complicada reconciliación.

Aunque se justifican aduciendo para su irracional e ilegal reivindicación una autonómica mayoría parlamentaria, si bien no electoral, que imponen a todos mediante una dócil y económicamente sostenida maquinaria propagandística, a través de la cual se extienden y se siembran las semillas del odio a la vieja patria común, a España, se fomenta la inmersión de la lengua, en detrimento del español o castellano, cuyo derecho a ser usado está consagrado constitucionalmente, abonando una falsa supremacía de todo lo catalán.

Por lo tanto, a los radicalizados dirigentes del golpe de Estado en Cataluña, cuyos referentes morales son de sobra conocidos como epítomes de sesgadas virtudes patrióticas, hacerles entender, en estos últimos momentos, mediante la aplicación de la ley -que tienen por costumbre desatender y violentar-, que la insumisión a la norma constitucional ha terminado, no resultará tarea simple ni exenta de coacción y violencia, dadas las circunstancias. Cuando, además, a los conciudadanos que no aceptan los postulados secesionistas se les viene a considerar unos apestados o tarados irrecuperables.

* Doctor ingeniero agrónomo. Licenciado en Derecho