Tras la culminación de esta XXXV Cata de nuestro Vino Montilla-Moriles, corresponde a todos hacer un conciso balance de su celebración, o al menos aportar su opinión al respecto, con el más positivo ánimo de un progresivo y adecuado desarrollo de esta esplendorosa y multitudinaria celebración, en la que el oloroso, el blanco afrutado joven, el amontillado o el Pedro Ximenez conviven entre otros con pioneros vinos ecológicos, en una magistral sinfonía de sabores y olores, auténticamente perfecta.

Magnífica la propuesta del Consejo Regulador, de dedicar esta Cata al 50 aniversario de la Etsiam (Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos y de Montes) y de organizar cada una de las noches a temáticas tan nuestras y de tan gran calado como el flamenco, nuestra Universidad, la gastronomía e incluso los años 80.

El pueblo de Córdoba ha disfrutado y profundizado en el conocimiento de sus internaciones caldos, pero como en todo en esta vida, quizás convendría reparar en la dinámica que a lo largo de estos años se ha ido generando sobre el sentido popular que se le viene dando a la Cata, porque a lo que parece en algunas ocasiones, se está desvirtuando en algunos sectores la finalidad para la que se instituyó esta genial iniciativa.

La Cata no es en modo alguno un macro botellón, en el que los tupers y bocadillos traídos de casa, puedan convivir con una brillante propuesta de promoción de nuestro vino, como es y siempre debe ser la Cata. Porque tan importante es que los cordobeses disfrutemos de nuestros vinos, como el que los de fuera vengan a conocerlos, y para ello nosotros debemos ser los primeros interesados en ofrecer una correcta y proporcionada visión de lo que es el conocimiento y razón de ser de una Cata y desde luego y como mínimo, permitir que también puedan acceder al recinto y prueben nuestros milenarios vinos aquellos que se desplazan hasta Córdoba para apreciarlos y saborearlos.

Colapsar y masificar durante horas esta celebración, aprovechando el asequible precio de las entradas no deja de ser un cierto exceso que va en detrimento de tan brillante apuesta por el impulso, promoción, apoyo y degustación de nuestros Montilla-Moriles que el Consejo Regulador tuvo la feliz diligencia en instaurar.

Tampoco pasar copas y botellas desde el interior al exterior del recinto ni viceversa, vulnerando las normas y directrices de la organización, parece que sea el mejor método de celebrar la Cata, que no es como digo un macro botellón, ni un picnic, ni perol frio. No caemos en la cuenta de que con estas actitudes podemos llegar a conseguir el efecto contrario y que las entradas se encarezcan o las normas de acceso sean mas rigurosas, para evitar estas situaciones.

Corresponde quizás hacer un uso mas racional y responsable de nuestras celebraciones, de forma que las Cruces sean cruces y no barras y las Catas sean Catas y no botellones.

* Cronista de la ciudad