pSALUD

nTráficode órganos N

***Luis Enrique Veiga

***Rodríguez

***(Córdoba)

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Hoy se sabe con relativa certeza que de los órganos dedicados para los trasplantes, un elevado porcentaje procede de Latinoamérica. Y en una mayor medida de países como México (quizás un 30 por ciento). Como muchos conocen sin duda, el debate sobre la inmigración en Latinoamérica se centra hoy en día en qué hacer con quienes cada año cruzan la frontera (jóvenes y niños) a través de México. Pero se oculta la suerte de los que nunca llegaron, cuya cifra se estima en torno a las 60.000 personas. Siendo muchos los que salen y pocos los que llegan ¿qué ha pasado con los otros? En este punto todo resulta bastante sencillo. Se supone que han sido víctimas de la delincuencia, del crimen organizado en un país dónde el tráfico de órganos es la cuarta causa de desaparición de los inmigrantes, que deja más dinero incluso que las drogas. Es al mismo tiempo un tema que a nadie interesa tratar, con tres partes definidas: los traficantes, los médicos que hacen el trasplante ilegal y los políticos que lo encubren. Como siempre la política y la moral... ¿están separadas? El modelo español ha elevado a nuestro país a un envidiable lugar en el mundo en tasas de donación y trasplante. Cierto que la sanidad española funciona muy bien en el abordaje de estas intervenciones de "alto nivel", no así en otros niveles inferiores. Todo eso es cierto. Sí. Pero hay que tener en cuenta que un trasplante conlleva conocer el origen del órgano y que la donación surte un porcentaje limitado ¿quizá un 25 por ciento de esas necesidades? Según la organización "Organs Watch" contra el tráfico ilegal de órganos, el año pasado se vendieron 30.000 riñones en el mundo. Un riñón suele costar sobre 80.000 dólares, un corazón 120.000, pulmones, hígados, intestinos... En estas condiciones fácil es concluir que lo que podría interpretarse como un notable avance de nuestra medicina se está convirtiendo en un grave problema de ética.

pLABORAL

nSobre unosdespidos en Emacsa N

***Antonio Murillo Morales

***y dos firmas más

***(Córdoba)

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El pasado 21 de julio de 2014 denunciamos ante el consejo de administración de Emacsa nuestra situación laboral. Somos 3 humildes extrabajadores de Acsur en paro que hemos trabajado para Emacsa una media de 20 años cada uno, nunca hemos sido apercibidos por realizar defectuosamente nuestro trabajo, como en Emacsa saben, sus capataces nos indicaban las órdenes de trabajo de manera directa.

La mala gestión de los responsables de Acsur la llevó a la quiebra, coincidiendo con el concurso de adjudicación. La actual adjudicataria (Magtel) utilizó nuestros curriculum para obtener puntos en el mismo, luego contrató a algunos trabajadores y en el período de prueba, nos despidió (con 20 años de experiencia). Ante todas estas eventualidades nos vemos desempleados, agotando nuestras prestaciones y viendo que nuestros derechos no son iguales que los de los trabajadores de Emacsa, que no depende su futuro de un concurso en el que su empresa participe, es más, algunos trabajadores con responsabilidad en Emacsa tienen el privilegio de poder ofrecer a sus hijos para trabajar en la adjudicataria del concurso. Parece que el "poder" que les otorga el puesto que ocupan en Emacsa es suficiente para convertir el contrato de sus hijos en indefinido y así superar el período de prueba.

pDEPORTES

nAplausos a laseguridad en el Bernabéu N

***Rafael Carreras Borrego

***y dos firmas más

***(Córdoba)

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Soy uno de los ¿seis mil? ¿siete mil? ¿diez mil...? seguidores del Córdoba CF que el pasado lunes tuve el honor de asistir al regreso del equipo a la Primera División, nada menos que ante el Real Madrid y en el estadio Santiago Bernabéu. He estado esperando durante 42 años este momento. No es que peine canas, porque, por desgracia, ya ni pelos blancos ocupan mi cabeza. Normal, a mis más de 80 años de edad. Yo vi jugar al Córdoba en Huelva el día que ascendió por vez primera a la máxima categoría. Con eso lo digo todo. Decía que fui uno de los ¿diez mil? cordobeses que tuvo el orgullo de ver saltar al campo a Chamartín (ya he dicho que soy antiguo) y sentí un mariposeo en el corazón, el mío ya fatigado, como hacía cuatro décadas que no sentía. Y no por ver al Real Madrid, precisamente, ya que me reconozco aficionado azulgrana. Primero del Córdoba y después, a mucha distancia, del Barça, pero culé. Sin embargo, quiero quitarme el sombrero por la caballerosidad y amabilidad modélica con la que fuimos recibidos tanto por la seguridad como por los empleados del Real Madrid, desde el primer acomodador hasta el último trabajador del ambigú. A la altura de la grandeza de un club que es leyenda mundial.