El obispo de Córdoba sigue empeñado en revestir algunas de sus cartas semanales de una retórica provocadora. En la prensase destacan sus últimas declaraciones sobre la concepción familiar, el hombre y la mujer. Desde los arrebatos de Rafael Gómez, sólo Demetrio Fernández precipita a Córdoba en semejante zanja periodística nacional; y no por su aparente anacronismo --es obispo en 2015, y no en 1939--, sino por su desconocimiento de la vida, en su sustancia íntima, nudosa, familiar y afectiva.

"Cuanto más varón sea el varón, mejor para todos en la casa. El aporta particularmente la cobertura, la protección y la seguridad. El varón es signo de fortaleza, representa la autoridad que ayuda a crecer". ¿Cuanto más varón sea el varón? ¿Y eso qué significa? ¿Cuanta más cazalla se meta entre pecho y espalda? ¿Cuantos más kilos de pesas pueda levantar en pres de banca? ¿Cuanto menos baile la música de Queen o la de Abba en la noche de bodas? ¿Cuanto más sea de noche o de queridas, como en la novela Mi idolatrado hijo Sisí , de Miguel Delibes? ¿Cuanto más fútbol vea los domingos? ¿Qué es ser hombre para Fernández? Nadie puede saberlo, y menos aún que es un varón, varón. Cada uno es el abismo de su propio océano, con independencia de su sexo. Porque los valores que atribuye singularmente al hombre --cobertura, protección, seguridad, fortaleza, autoridad-- los encarnan igualmente millones de mujeres en el mundo; pero no ahora, sino toda la vida, y también dentro y fuera de la iglesia católica. Que se lo digan a las misioneras en zonas de conflicto, a las monjas enfermeras y educadoras, a las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, buscando a sus hijos desaparecidos, o a las que luchan por sus familias en Africa, Sudamérica o Asia, o aquí. Que se lo cuenten a tantas madres coraje de la posguerra, que con las cartillas de racionamiento entre los dientes sacaron adelante a una nación. Que se lo digan a las madres y mujeres de hoy, y de cualquier tiempo.

"La mujer tiene una aportación específica, da calor al hogar, acogida, ternura. El genio femenino enriquece grandemente a la familia. Cuanto más mujer y más femenina sea la mujer, mejor para todos en la casa". Pues tampoco. Porque son cualidades para cualquier hombre. Todo esto parece de cajón, pero al parecer hay que explicárselo al obispo de Córdoba --a no ser que lo suyo sea una provocación sin más propósito que arañar titulares--, y también cabría preguntarle, a él, que habla tanto del tema, qué significa "Cuanto más mujer y más femenina". ¿Senos grandes o pequeños, que diría Ramón Gómez de la Serna? ¿Caderas amplias o cintura de avispa? ¿Tímida y callada --esto quizá le parezcan virtudes-- o extrovertida y valerosa? ¿Madre abnegada o mujer trabajadora? ¿Esposa sometida al patriarcado hereditario o dueña de sí misma? ¿Estamos ante un mero despropósito, o ante un radicalismo contrario al mensaje comprensivo, humanizado y compasivo del Papa Francisco?

"El hijo tiene derecho a proceder de una relación de amor entre sus padres, y nunca como fruto de un aquelarre químico de laboratorio". Me imagino que Fernández conoce el significado de la palabra aquelarre. ¿Aquelarre químico? ¿Aquelarre, con brujas danzarinas en la oscuridad de una orgía salvaje en el corazón de una pipeta? ¿Es que no hay amor en tantos matrimonios que luchan con la ciencia por tener a su hijo?

¿Esto es mera ignorancia, o algo más? Ya cuando disparó la polémica de la Mezquita-Catedral eliminando la palabra Mezquita y la huella musulmana en su relato histórico, cuando antes de su llegada no había sido un problema para nadie, declaró a este periódico que "Lo he hecho porque sabía que iba a dar la vuelta al mundo".

Su afán de protagonismo comienza a ser lesivo para la imagen de la propia iglesia y de Córdoba. Una cosa es cubrir las fachadas de La Compañía o San Miguel con su retrato, algo tan alejado de la austeridad y la modestia cristianas, y emerger de perfil sobre la piedra a la vista de todos, y otra situar a tu diócesis en el titular de la apología de la discriminación de la mujer. Sus argumentos resultan demasiadopróximos al machismo de género, que tiene su peor proyección sobre la realidad en las brutales agresiones a mujeres dentro y fuera de España. Independientemente del juicio intelectual que merezcan sus afirmaciones, su discurso sobre la mujer es pernicioso en un mundo que las aniquila, esencialmente, por resistirse a ser como él reclama. Ante la sucesión brutal de asesinatos que salpican los días, ninguna declaración es inocente.

* Escritor