Hace unos días despedíamos a Carlota Montoro, con una celebración de la Palabra en la capilla del tanatorio, y ayer, sábado, en su parroquia de santa Cecilia celebrábamos una eucaristía, en la que el sacerdote quiso destacar en esta mujer esa doble espiritualidad que poseen las almas sencillas: la espiritualidad de la bondad y la espiritualidad de le generosidad. Esposa y madre de familia, marcó su vida con estas dos virtudes que expresan hermosamente los mejores destellos de la fe cristiana. El celebrante habló también de la muerte, desde la orilla de la fe, como de una verdadera pascua, del paso a la vida, de la plenitud de nuestra existencia en la intimidad con Dios, citando la obra de José María Cabodevilla, 32 de diciembre, en la que habla de la muerte, «no como de algo que ocurre, sino de Alguien que se acerca». Ese Alguien, Padre de ternuras y bondades que se ha revelado en la historia, en la Persona de Jesús de Nazaret. El sacerdote hizo alusión también a un texto, quizás no muy conocido del filósofo Julián Marías, al que se le ha definido como «el apóstol de la divina razón», en el que nos habla de la muerte, enlazada con la «otra vida y con la resurrección». No resisto la tentación de evocar el texto completo de Julián Marías, fallecido en Madrid el 15 de diciembre de 2005, a la edad de 91 años, por el gran interés que poseen sus palabras tan autorizadas y brillantes: «Creo que ‘todo’ en nosotros sobre vive a la muerte corporal; o, si se prefiere, que todo renace en condiciones distintas. La muerte corporal -sobre ello he escrito largamente- no es ‘mi’ muerte, a lo sumo, esta podría ser consecuencia de aquella; creo -y además veo para ello buenas razones, que la persona que soy ‘yo’ cruzará la frontera de la muerte sin aniquilarse». Y «esa misma persona seguirá viviendo en una circunstancia radicalmente distinta (es lo que quiere decir el ‘otro mundo’), que incluirá una nueva forma de corporeidad; creo, y con particular entusiasmo, si se me permite la expresión, con avidez, en la resurrección de la carne. Y no concibo esa otra vida como una abstracta beatitud inerte, sino como una empresa inacabable e infinita, a la vez la de descubrir y poseer a Dios y la de realizar todas las posibilidades auténticas que la trayectoria efectiva de nuestra vida terrenal no ha podido seguir, que han quedado incumplidas y llamándonos a derecha e izquierda del camino». Ciertamente, las palabras del gran filósofo español nos adentran en una visión espléndida de la muerte, que interpreta y sublima desde su visión creyente de la vida. Casi un año después de la muerte de Julián Marías, el entonces príncipe de Asturias -actual rey Felipe VI- pronunciaba estas palabras: «Con nuestro inolvidable Julián Marías pienso ahora que lo fundamental es mirar hacia delante, hacia el futuro, y creer en lo que estamos haciendo». Dejo aquí estas reflexiones, al hilo de la muerte de Carlota, acentuando su bondad y su generosidad, y a la par, contemplando la visión de unos paisajes desconocidos para nosotros, pero iluminados por las palabras de Jesucristo y admirablemente interpretados por nuestros filósofos y teólogos, entre ellos, Julián Marías. Su pluma y su voz han servido de guía y estímulo para incontables personas que buscan la verdad de las cosas.

* Sacerdote y periodista