Mucho se está hablando en la actualidad de los cargos vitalicios y de ponerle un límite a los mandatos. Bajo mi modesta opinión, en el primero de los casos, no estoy para nada y en absoluto de acuerdo con la existencia de dichos cargos. Creo que ninguna persona es merecedora de obtener un título de por vida, por mucho que haya trabajado en su respectiva materia. Caso diferente es que se le dé en un determinado momento y, por su trayectoria, dedicación o esfuerzo, un cálido y merecido homenaje. En cuanto a recortar los mandatos, por supuesto, estoy totalmente de acuerdo. Además, no solo no se debería de permitir que una persona esté al frente de un cargo más de 8 años, sino que es esta, por sí misma, la que por honestidad, cansancio y protagonismo, la que debería y tendría que desistir de ello.

Psicológicamente, es agotador la permanencia en un cargo por mucho tiempo. Incluso, puede ser muy perjudicial, no solo para la persona en sí, sino también para la organización que preside y la sociedad en general, llevándolo a acomodarse en el cargo y cometer delitos corruptos. Un ejemplo muy reciente lo tenemos en el presidente de la Federación Española de Fútbol Ángel María Villar. Señores: es increíble que una persona haya permanecido más de 20 años en un cargo. ¿Cómo han podido permitírselo? Así, ha llegado donde ha llegado: ¡A la cárcel! Aparte, la rotación en los cargos de cualquier entidad, resulta provechosa y es síntoma de una entidad muy viva en la sociedad.