Me quedaré solo cuando suelte lo que has dicho de aquella, y vomite con espuma en la boca lo que tú y yo sabemos y no aguantamos de tu prima y, oh, sí, cariño, cuando derrame sílaba a sílaba, con regodeo caníbal, el miserable concepto que guardamos todos de ese que se sienta ahí, en el trono central de esta fiesta del compadreo y la falsa concordia. Tú sabes quién es. Cuando sepan todas y cada una de las invitadas lo que pienso y opinas de su gilipollez congénita, verás qué pronto pongo fin a esta función de tarde noche. Tengo la escopeta cargada con los chismes, exageraciones y mierdas vertidas por Fulanito y Mengana en relación a una tal. ¡Je! Nada, ni una sola de nuestras conversaciones parece estar cerrada al vacío. Ahora lo sabes y, bueno, yo también sé que hasta tú me abandonarás por lo que te toca... Y es que nunca dije, como ese que se sienta ahí, que «voy de frente», soltando las cosas a la cara. Yo miro el culo de la primera que discurre y deletreo mentalmente, como un contestador telefónico, todos los pasajes de rencor y mala hostia grabados anoche, en la «cena de amigos», ¡por los cojones! Cuando me vean llegar ya se darán cuenta de mis intenciones y alguna echará a correr antes de escuchar todo lo que llevo dentro. Tengo memoria fotográfica, bonitas. Y sí, voy a terminar con esta mascarada en la que todo se pinta del color más conveniente según quien llega o se va doblando la esquina. Veo que necesitáis de gente y más gente a vuestro alrededor. Yo puedo pasar solo más de un día. Quizás por eso no me importará lanzaros, eyacular vuestras verdades a las caras de unas y otros. ¿De verdad confiábais en mí? Pues ya es tarde.

Pero, ay, no temáis. Este mi artículo es otra de mis fantasmadas. Todavía he de sacaros más información, más bilis, para levantar un guion como un castillo: la banda sonora de esta opereta diaria en la que nos movemos. Os quiero mucho, ¡en serio!

* Escritor