Los poderosos no es que sean de bragueta más fácil que los contribuyentes, lo que ocurre es que siempre lo han tenido más fácil y más impune. El shakespeariano Falstaff era alcahuete y compañero de correrías erótico-festivas de Enrique IV; Thomas Becket, de Enrique II; unas coplas medievales españolas que rescató Joaquín Díaz en los 70 decían "Chapirón de la Reina / Chapirón del Rey, / mozas de Toledo / ya se parte el Rey, / quedaréis preñadas / no sabréis de quién, / mozas de ciudade / guardaros de él". Eso sin contar con el despreciable a fuer de Deseado Fernando VII, que calzaba muchos centímetros bajo el famoso paletó a los que no daba paz ni reposo. La cosa viene de antiguo. Desde que se inventaron las repúblicas, lo mismo, pues como escribiera el Arcipreste de Hita "Como dice Aristóteles, cosa es verdadera: / el mundo por dos cosas trabaja: la primera, / por tener mantenencia; la otra cosa era / por tener juntamiento con hembra placentera". Y viceversa, o sea, por tener juntamiento con macho placentero, porque en las cosas del fornicio se aplica la propiedad conmutativa de la multiplicación, y, por citar dos, la Isabel II española y la Victoria inglesa fueron conocidos exponentes que dejan al mejor nivel al género femenino, y a la hispana los hermanos Bécquer le sacaron dibujos y letrillas pornográficos. JFK, Miterrand, Juan Carlos, Sarko y ahora Hollande siguen siendo muestras de virtudes públicas y desafueros privados, y el pueblo pues a lo suyo, al chismorreo, ya que no le caen migajas de tal banquete. Pero Hollande, con esa cara.

* Profesor