Atónitos y estupefactos seguimos los acontecimientos que giran en torno a la intentona separatista en Cataluña, que centra estas semanas la atención de todo el país. Tiene uno la impresión de cómo se asiste on line a la comisión de muchos delitos de manera pública, anunciada y retransmitida en directo por todos los medios de comunicación, como si se tratara de un serial por entregas. Aquí no hay secretas conspiraciones de bandas encapuchadas que actúan con nocturnidad, sino todo lo contrario. Los dirigentes del separatismo nos avisan de sus intenciones en ruedas de prensa a todo el país, firman las leyes de desobediencia delante de las cámaras, y nos indican lugar y hora de sus delitos, y que seguirán empecinados en su propósito de manera ciega. Ya el espectáculo ha pasado del concurso y del evento deportivo, del cine o la serie de estreno, al minuto y resultado de desafío independentista.

Cuando las leyes se vulneran a gran escala y con gran descaro, en una sociedad moderna y democrática como la catalana, el espectáculo resulta insólito, además de bochornoso. Solamente falta para el delito de rebelión el empleo de la violencia, pero ya sí estamos ante un claro supuesto de sedición que conlleva hasta quince años de prisión para los políticos responsables. No sólo se trata de una desobediencia a la autoridad judicial, o una malversación de fondos públicos y de unas cuentas prevaricaciones, que no es poco. Se trata de la comisión de delitos contra la propia constitución y el orden público, que tienen sus autores, sus inductores, sus encubridores y cooperadores necesarios. Si estamos defendiendo la aplicación de la ley, tendrá que ser de «toda» la ley, y me temo que no va a resultar sencillo.

Ciertamente ni los legisladores cuando discutieron y aprobaron la Constitución y las leyes, ni los ejecutores de las mismas desde el poder judicial, pudieron prever tamaño desafío. No estamos preparados para este desatino monumental. Y mucho me temo que este asunto, además de la inevitable solución política que encuentre en su día, dará paso a un macro proceso penal ante todas las tropelías que se están cometiendo y ante tantas personas que resultan partícipes de aquéllas. Y lo más triste, es que aún tendremos que ver muchas más perversiones legales y delictivas que irán complicando mucho más esta terrible y absurda situación. Otro comentario merecería la respuesta del bloque constitucionalista: unos perdidos en sus propias contradicciones semánticas y de proyecto de Estado, otros entregados al populismo bolivariano tirando para el monte, otros buscando protagonismo y sacando rédito político, y los últimos bomberos llegando muy tarde al incendio. Menuda cuadrilla!

* Abogado