Córdoba, establecida desde la antigüedad en un vado del río, donde el actual Puente Romano, único sitio en muchos kilómetros abajo y arriba de su cauce que hacía que se pudiera atravesar a pie. Y cerca terrazas fluviales, magníficos observatorios naturales que levantan su perfil sobre el valle. Podemos seguir imaginando bosques de encinas y matorral "fabricando" el fértil suelo de la Campiña y una Sierra de exuberante naturaleza, tanto que la hizo inhabitable durante siglos.

Hoy somos una ciudad con un reverberante desierto de arcilla requemada al sur durante los meses más cálidos del año y estamos deteriorando, al norte, la vegetación que nos dulcificaba algo el clima. Dentro de este hoyo somos una de las ciudades más calurosas de nuestras latitudes.

¿Y qué hacemos los cordobeses para solucionar esto que va a ir a peor cada año según sentencian los irrebatibles informes científicos sobre el cambio climático y que ya sufrimos tan intensamente desde los noventa...?

Pues instalarnos un buen aire acondicionado, responderán algunos. Irnos a Fuengirola, dirán otros. O a mi parcela, que tengo un "charco" propio. Soluciones de sálvese quien pueda. Soluciones individuales, respetables y necesarias, pero insuficientes.

¿Y de las respuestas colectivas, planificadas, generales, ésas que tienen que tomar los que tienen capacidad y poder para ello? ¿Cómo hacer para bajar en unos grados la temperatura ambiente de nuestra ciudad?

Las soluciones arquitectónicas son complicadas y la rentabilidad a corto plazo manda. Los sistemas de climatización actuales enfrían los interiores a costa de calentar el exterior. ¡Y son miles de equipos funcionando! contribuyendo sobremanera al consumo eléctrico que aumenta la emisión de gases de efecto invernadero y favoreciendo las islas de calor que son nuestras ciudades.

Sin embargo, hay una solución sencilla que podría al menos paliar el calentón (perdón por la palabreja) que se nos avecina. Esa solución sería la siembra de árboles de sombra. Sí, de especies frondosas, mientras más frondosas, abundantes y grandes mejor. Miles de árboles aprovechando todos los espacios libres de la ciudad y acerados que lo permitan. Pero, mira por dónde, parece que hay una especie de confabulación, empezando por los responsables de cuidarlos, basadas en consideraciones dudosas y costumbres arcaicas, que ven en el árbol a un enemigo.

Veamos algunas de ellas, como las podas-talas y sus argumentos falaces:

Una, que al árbol es bueno resanarlo. Aún no ha conseguido nadie explicarme qué diablos significa este concepto y cuáles son sus fundamentos científicos. Puedo señalar ejemplos de árboles resanados que están más enfermos que otros cerca de ellos que no lo fueron. ¿Quién ordena esas tala-poda, algunas en pleno mayo y junio que desangran el árbol en plena explosión fotosintética, a esos jardineros-peluqueros tan amantes de la motosierra, mientras tenemos acerados, solares y alcorques llenos de yerbajos?

Dos, que algunos árboles de sombra causan alergia a la población. ¡Horror, la alergia! Los últimos estudios sobre alergias indican como principal potenciador de alergias, en la mayoría de los casos, a la contaminación atmosférica producida principalmente por los motores diesel. Es más, las alergias producidas por el plátano de sombra, por ejemplo, duran una semana aproximadamente ya que ese es su periodo de diseminación de semillas. ¿Y con los olivos qué hacemos? ¿Los talamos? ¿Y las ventajas de paliar el calor y los peligros dermatológicos, tan en aumento, producidos por el implacable sol, además de darnos sombra muchos meses favoreciendo a los muchos alérgicos al sol? Una zona arbolada disminuye hasta en 5 grados la temperatura.

Tres. Si bien es cierto que también hay siembra de nuevos pies no veo por ningún lado que sus planificadores vayan con interés de aumentar la superficie sombreada de nuestra ciudad. Como botón de muestra el nuevo parque de la Asomadilla, ¿última muestra de jardín ingles que tan bien va en nuestro clima? Se han sembrado muchos más olivos (¿pero no hemos quedado que producen alergia?) tarajes, pinos, que al igual que los olivos producen una sombra mínima, y algunas autóctonas (enhorabuena) que tardarán decenios en crecer. ¿Y los almeces, aparte de los que subsisten en la vieja huerta del naranjo, moreras, lentisco, matorral, aromáticas... etc., dónde están ? ¿Y esas avenidas amplias con naranjitos? Por no nombrar la palmera. O esos árboles que se podan porque no dejan ver... la pared de ladrillos de enfrente.

Y, por último, todos los árboles de hoja caduca que tanto problema parece que causan en el otoño atascando el alcantarillado. ¿Solo tienen como solución la poda continuada de nuestros más ancianos árboles?

¿Qué hay del plan de restauración forestal de la campiña?

Qué maravilla es poder pasear bajo sombras, beneficioso también para el pequeño comercio, para nuestra salud, para la renovación del aire que respiramos y que los árboles efectúan, y para la estética de nuestra ciudad.

Sembremos árboles, muchos mas, o Córdoba será la capital del desierto 2016.

* Biólogo. Premio Nacional de

Medioambiente