En Espejo, un año más, salieron en procesión por sus distintas y empinadas calles las imágenes de nuestro patrón, San Bartolomé, y nuestra patrona, la Virgen de la Fuensanta.

En la vida, aunque hay muchos caminos, hay en particular tres caminos fundamentales, donde unos y otros los eligen para circular en su quehacer diario. Está el camino de los que se dedican a hacer el bien. Otro camino es el de los que se dedican a hacer el mal en toda su esencia. Y, por último, está el camino por donde circulan los de ni fu ni fa, los indiferentes que pasan de todo olímpicamente. Esos que van a su avío aprovechándose de todo lo que se puedan aprovechar del camino. Son los espabilados de turno, esos que se ríen del prójimo, sin importarles un bledo el daño que hacen a los demás, y lo que hacen, lo hacen amparados en la más absoluta impunidad, con el visto bueno de los que tienen que vigilar y no lo hacen por conveniencias, la mayoría de las veces, políticas, aunque, también tienen su responsabilidad las familias, la escuela, la universidad, los medios de comunicación y las cada vez más extendidas redes sociales.

El Papa Francisco nos dice que «cuando en nuestro corazón hay amargura, la ira y el resentimiento nos conducen a insultar y agredir». En la vida hay que seguir siempre un camino recto y no salirse de él a pesar de todas las adversidades que nos encontremos en nuestro caminar. Y, lo más importante, ayudar y actuar con misericordia cuando en él nos crucemos con gente que lo pasa mal, con ese prójimo que muchos desprecian, abandonan y desdeñan. Ahí radica la sabiduría y discernimiento del buen caminante a la hora de recorrer su destino haciéndolo todo bien.

Las pequeñas cosas que se hacen con cariño sin demostrar la más mínima intención de sacar provecho de ellas son las que verdaderamente engrandecen la vida.

<b>

Manuel León Vega</b>

Córdoba