El martes día 25 celebramos la fiesta de Santiago Apostol. Con este motivo quisiera hacer una reflexión sobre la vieja tradición del Camino de Santiago. Según se dice, Santiago vino a este extremo occidental del Imperio Romano a predicar el evangelio, y actualmente estaría enterrado en Compostela. El análisis histórico no confirma estas tradiciones. Santiago consta que murió en Jerusalén, ejecutado por orden de Herodes Agripa I. Es así como Santiago fue el primero de los apóstoles en encontrar la muerte (Hech 12 2), se estima que hacia el año 44. Para esa fecha ni siquiera se había producido la primera expedición de Pablo a Chipre y Asia Menor, la actual Turquía. La expedición de Pablo no tiene lugar hasta el año 45, un año después de la muerte de Santiago. Este viaje de Pablo fue enormemente discutido entre los mismos apóstoles, dio lugar a reuniones y deliberaciones sobre el sentido de estas salidas al extranjero y a la difusión del mensaje de Jesús a los no judíos (Hech 15). Las opiniones no fueron unánimes. Al regreso de Pablo, se produjeron choques entre los apóstoles, porque más de uno consideraba que no era procedente lo que Pablo había hecho en Chipre y Asia Menor. El mismo Pedro tuvo una actitud vacilante en esta discusión (Hech 11 2 3, Gal 2 11). Cuando ocurren estos sucesos en la comunidad de Jerusalén, hace ya más de un año que Santiago había muerto. No tiene ninguna verosimilitud histórica imaginar un desplazamiento suyo al otro extremo del mundo conocido.

Otro asunto muy diferente es que en Santiago de Compostela, sin duda alguna, existe el enterramiento de un personaje importante. Pero, ¿de quién? Las opiniones de los historiadores no son unánimes, y las excavaciones arqueológicas no han logrado aclarar el tema de forma concluyente. Hay dos versiones que se consideran las más probables: la primera es, que muchos años más tarde, hacia el siglo VII, con motivo de la conquista de Palestina por los árabes, se produjo una emigración masiva de la población cristiana hacia Occidente, y que algunos de ellos se trajeron consigo viejos recuerdos. Uno de tales recuerdos pudieron ser los restos mortales de Santiago. Algunos de estos emigrantes irían a instalarse en las costas de Galicia. Esta versión de los hechos no está demasiado confirmada, pero, al menos, no está totalmente desprovista de probabilidad.

Otra versión, mantenida por algunos historiadores, es que el enterramiento de Compostela corresponde a Prisciliano, un discutido obispo español del siglo IV (300-385), promotor de un movimiento espiritualista y reformador, que promovió una especie de grupo místico y carismático. Sus censuras al incipiente enriquecimiento de la Iglesia, y ciertas prácticas de sus seguidores, donde parece que se mezclaba la mística con el erotismo, conciliaron hacia él la enemistad profunda de varios obispos de Hispania, quienes le acusaron de hereje. El proceso de Prisciliano fue enormemente discutido. Personajes del peso específico de Ambrosio de Milán (340-397) y Martín de Tours (316-397), aun no estando de acuerdo con las doctrinas de Prisciliano, intentaron evitar su condena a muerte. A pesar de todo, los adversarios consiguieron arrastrar a su lado al emperador Máximo. En un juicio civil, Prisciliano fue acusado de los delitos de magia y de lascivia, y ejecutado en la ciudad de Tréveris, la actual Trier de Alemania, cerca de Luxemburgo. El juicio, la condena y la ejecución de Prisciliano es uno de esos sucesos oscuros de la historia, donde se mezclan la defensa de la pureza de la doctrina, los intereses económicos y las intrigas palaciegas. El cadáver de Prisciliano fue traído en hombros desde Alemania a España por sus seguidores, y su enterramiento fue objeto de culto y peregrinaciones. Unos lo consideraron hereje, otros mártir. Galicia fue la región donde el recuerdo y culto de Prisciliano se conservó con más fuerza. Algunos piensan con bastante verosimilitud que el origen de las peregrinaciones a Santiago de Compostela es la tumba de Prisciliano.

Esto es lo que en medio de las oscuridades de la historia antigua podemos entrever sobre la identidad del personaje que yace sepultado en Compostela. Sin embargo, a parte de precisiones históricas, el hecho es que durante siglos y generaciones, el Camino de Santiago ha constituido un fenómeno de convivencia internacional de todos los pueblos del mundo conocido. Por encima de diferencias étnicas, lingüísticas o culturales, el Camino ha sido un lugar de reunión, de intercambio, de encuentro de personas de toda Europa. Cruzando por Roncesvalles recorrían todo el norte de la península hasta llegar a Galicia. El camino estaba cubierto de hostelerías y lugares para comer. En aquella época el mundo se reducía a Europa. América, Asia y África no formaban todavía parte del mundo conocido. Hoy nuestro mundo es mucho más grande. Nuestra generación ha alumbrado el concepto de «globalización», persuadida de que el hecho «humano» tiene más consistencia que el hecho «nacional». La conciencia nacionalista divide a los hombres, la conciencia humana los une. El Camino de Santiago sigue teniendo hoy el valor universalizante que tuvo en sus orígenes.

* Profesor jesuita