Tras casi once meses de parálisis, los acontecimientos políticos entran en un ritmo frenético. Mañana, según lo previsto, el Rey Felipe propondrá a Mariano Rajoy la formación de Gobierno y el domingo habrá nuevo presidente. El desbloqueo ha sido posible después de que el domingo pasado el comité federal del PSOE diera el paso histórico de facilitar con su abstención un Gobierno de su principal adversario, el PP. La decisión, adoptada por 139 votos contra 96, refleja la división del partido en su principal órgano dirigente entre congresos, así como entre sus federaciones regionales --algunas expresaron ayer su voluntad de mantener el no--, a lo que se suma el sentimiento de la militancia, al que apelaron los partidarios del no. El PSOE facilitará la gobernabilidad en un acto que desagrada a todo el partido, tanto los partidarios de la abstención como los del voto en contra de Rajoy, y siembra incertidumbre sobre su futuro. Muchas cosas se han hecho mal desde que se repitieron las elecciones el 26 de junio: el empecinamiento de Sánchez se tornó en huida hacia adelante para salvar la secretaría general porque el Gobierno transversal era imposible por el veto mutuo de Ciudadanos y Podemos, mientras que el Gobierno alternativo intentado a la desesperada era una quimera.

La actuación de los críticos de Sánchez ha sido también poco acertada. Partidarios sin confesarlo de la abstención, aprobaron el no es no en el comité federal y no plantearon su alternativa --solo Borrell lo hizo-- cuando podía negociarse una abstención con contrapartidas. El resultado es que al final la abstención será gratis y puede provocar más divisiones, ya que el mandato es imperativo para todos los parlamentarios socialistas. Según la resolución, la razón para la abstención es evitar elecciones tras rechazar un Gobierno con los independentistas. El deseo de lograr desde la oposición derogar controvertidas leyes del PP parece utópico porque el PSOE será rehén de Rajoy, que podrá convocar a las urnas llegado el plazo legal si no puede gobernar a su gusto. Sin embargo, no hay que olvidar que los votantes ya se han pronunciado en dos ocasiones, manteniendo, con las diferencias conocidas, un equilibro de fuerzas similar en el Congreso de los Diputados, y que todos estos meses la opinión mayoritaria abogaba por el desbloqueo de la situación y el acuerdo entre partidos políticos. La decisión del PSOE, difícil y sobre todo perjudicial para el propio partido, responde a esa petición de la sociedad. Ahora el balón está en el tejado del PP, que debe de una vez por todas bajarse de su rigidez y negociar con la oposición, pues ese es el mandato de los electores. Si tras estos meses en los que España ha visto retrasarse tantas decisiones importantes, se abriera un periodo fructífero en acuerdos puntuales que permitieran mejorar el futuro, algo se habrá ganado. En caso contrario, ni se habrá aprendido la lección ni se estará respetando a los ciudadanos.